Es lunes, tu ciudad está vestida
de celeste, blanco y otra vez celeste
en la cocina las manos de mi esposa
ésas que más adelante y no sé cuándo
tratarán en vano dar tibieza
a mi frente de hielo,
y alisarán mi pelo
que seguirá creciendo más allá de mi sueño.
Por ahora, se encargan del milagro
del azúcar y el fuego
azúcar blanca que se hará morena
inundando la casa de olor a caramelo.
Ese mar que fue calle
produce un lambetazo salado en mi ventana
el árbol de enfrente se sacude la sabia
y crecen sobre él las plumas del albatros
que se transforma en mascarón de proa
del barco que se mece en las olas
que fueron pedregullo, cal y tierra.
El capitán, pirata, marino amotinado
sale en puntillas para no ser oído
lleva en su arcón un mapa, una brújula loca,
y por las dudas, por no perder el rumbo,
rellena los espacios que le sobran,
de olor a caramelo.
Y comienza su viaje paralelo a tu costa
sembrando sueños con la quilla entre las algas
y cosechando delfines en su estela.
De tu costa le llegan bandadas de gaviotas
las que dibujan los contornos de la tierra cercana.
Detrás de sí siente el motín que crece
y se aferra al timón que marca la consigna:
paralelo a tu costa.
Y tu costa por momentos se afina y transparenta
otras crece en verdes y amarillos
otras pone un faro rojo que previene
poniéndole una mano al pecho de la barca.
Y continúa su viaje paralelo a tu costa
lejos de los riscos que amenazan varadura,
lejos de las leyes que dictan las mareas pero nunca tan lejos
cerca como quiera el pensamiento, a un vuelo de paloma.
En las noches oscuras, presiente la ribera entre las brumas
imagina tormentas en la costa
y aprendió que es así, que tu dolor y tu silencio son hermanos
dos cosas en el mismo cuerpo, pero sabe también
que la tormenta es una transición entre dos calmas
y le envía mensajes en botellas
tal vez como un loco enamorado
o un ángel de la guarda empecinado.
Vaya uno a saber qué es lo que siente
la ribera que contempla el horizonte
y ve esa barca que navega paralela, que aparenta deriva
a veces con velas hecha hilachas,
otras pintadas con paisajes tibios
verá en el puente de mando, al capitán cordura,
defendiendo el motín que se avecina.
Otras veces se verá observada por el grasiento catalejo del pirata
con ganas de aventuras y abordajes.
¿Ensayará la costa florecida, sentada en una roca
el canto de sirena, que a veces cree el capitán locura
que envuelve la barca que navega?
Barca, mar y ribera, todo una sola cosa, sin distancias ni tiempo
sentimiento profundo, eternidad serena, con la sal de los mares,
con frialdad aparente de una estrella lejana,
con el grito de la sangre
que se vuelve susurro apretado a su molde.
Y el capitán que sigue paralelo a tu costa
mirando de reojo la dorada ribera.
Y ella que escucha la furtiva mirada, le contesta de a ratos
con una ola enrizada.
El arcón que se abre y el barco que se llena
de olor a caramelo.
Y el mar que fue calle, golpea con arenas la ventana del barco,
el mascarón de proa, albatros aventurero
se sacude las plumas y se llena de sabia.
No ha pasado el tiempo en la cocina tibia,
aún no ha terminado en la torre lejana,
el redoble que anuncia la misa de las once.
Sólo los duendes saben lo que allí ha pasado,
el capitán, pirata, marino amotinado, ha llegado en puntillas
para no ser oído.
Syno
Santa Fe, Argentina
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