Amanecía de golpe con los ojos abiertos.
La conciencia, en su callada hora,
demoraba ese breve espacio de tiempo
para abjurar del día,
escuchar la lluvia en el techo de zinc,
sentir el calorcito de las frazadas.
La sensualidad inútil de la penumbra
me anticipaba el café que saborearía luego
con ojos de sueño.
Vaciaba el sol un laberinto sobre mi confusión.
Te confieso
Te confieso, eres hermosa, fuera de tu cuerpo
y de tu sexo no hay nada verdadero.
Me complace verte debatiéndote hasta el amanecer
buscando un hipnótico o una escucha. ¿Qué ser, para
qué ser? Clamor que grita tu silencio.
Te enamoras como la primavera de las primeras flores
en el delgado frío de los tallos.
El placer nieva sobre ti.
Te miran, te desean, te encuentran.
Miradas que complacen y esclavizan.
Te exilias en tu geografía, resistes.
La rebelión subraya tus actos, los excede.
Lloras con Romeo y Julieta pero aún más
con el Ocaso de los dioses.
Entre la soledad y la histeria, el glamur y el deseo
cobijas un dolor cercado en el lenguaje.
Eres fuego, das lumbre a mis visiones.
Eres cangrejo, retrocedes para avanzar.
La luna cae en el océano y pasea
lenta por tu cielo.
Ella va
Toma el ómnibus/ se mezcla entre la gente/
atraviesa la ciudad como cereza en la boca del verano
Sabe por la mirada de los hombres que despierta deseo
lasciva halagüeña rapaz pervertida, esa mirada/
La constancia de la madre y sus cuidados/
el padre y sus pájaros, el tablero de ajedrez/
las rondas/ la rayuela/
El lenguaje osado muda la piel de la infancia/
En los laberintos de Buenos Aires hay rufianes
traidores, viejos sátiros/ Señalados de Dios y ocultos
de aspecto impecable.
La fauna urbana es impredecible/
Fuera del colegio hay todo que aprender/
Ella lleva canciones de amor y protesta
enojos y delicias/ Enloquece por él/ por ellos/ el amor
la enamora. En los umbrales de la vida, la pasión atraviesa
el cuerpo, perturba, expresa.
Hasta que el lenguaje rubrica: novia/ esposa/ madre/
amante mujer al gusto de él/ de ellos/ de ellas/
Espejos en la culpa/ dedos afilados separan el cabito de
las cerezas, una por una.
Ellos degustan, mastican, devoran racimos agridulces
en oscuro paladar.
* * *
Un gato tuerce mi suerte, un espejo se rompe en mil
pedazos, las gitanas huyen las líneas de mi mano,
escribo porque
hay eternidades efímeras y turbulencias en el rostro,
saltos al abismo, desmemoria de la felicidad
y cuerpo traicionado.
Escribo porque escribo mal, no soy buena poeta,
como aquellos que ni una palabra de más o un adjetivo
incierto.
Empuñan con exactitud el idioma y lo dan vuelta
tentando formas asombrosas.
Me conmueven, tal vez los envidio, ellos me sugieren
que deje de escribir, por eso también escribo.
Elena Garritani
Buenos Aires, Argentina
Excelente poesía Elena. Tus palabras estallan con pasión en el decir de la página. "Te confieso" trasmite un sentir y un latir magníficos. Repito gozando dos frases bellísimas: "El placer nieva sobre ti." Y en el final:"La luna cae en el océano y pasea lenta por el cielo". Gracias por tanto. Saludo desde Córdoba, Alfredo Lemon
ResponderEliminarAlfredo:
EliminarMuchas gracias por tu lectura y tus apreciaciones.
Mi abrazo y mis mejores deseos