a Tim Berners-Lee
en el 25° aniversario de Internet
Acabo de recibir una invitación
para sumarme a un círculo de escritores
mexicanos
que se escriben unos a otros de alguna manera
a través de Google.
Realmente me gustaría unirme.
El problema es que tiendo a hacerme
un lío enorme con este tipo de cosas.
Una vez me ofrecieron sumarme
al círculo íntimo
de los mejores poetas contemporáneos
de Madrid.
Fue un gran honor.
No podía hacer funcionar
los sitios web.
Me pasaba horas y horas
tratando de enviar un simple mensaje,
intentando ponerme en contacto,
pero todo fue en vano.
El sudor me goteaba por la cara.
“Mon sort dépend de ce truc”,
me oí decir,
parafraseando a Rimbaud.
Los principales poetas españoles
empezaron a enfriarse
y terminé por encontrarme
con círculos poéticos madrileños
‘bohemios elegantes’.
Estos últimos son relajados
acerca de la comunicación
y lo curioso es que me siento bien
cuando estoy con ellos.
Son tolerantes con mis errores.
El otro grupo parecía
una sociedad secreta,
con extrañas contraseñas
y algoritmos que no podía entender
y que olvidé.
Algunos de mis nuevos amigos
ni siquiera tienen computadoras.
Tienen que ir a los cibercafés
en sus descansos.
Estoy convencido
de que mis antiguos amigos
creen que les estoy evitando,
lo cual no es cierto en absoluto.
Definitivamente no.
Me encantaría
ser parte de su grupo.
Realmente lo he intentado.
Son sólo los defectos técnicos
que me impiden unirme.
Estoy realmente tratando ahora
de dominar la nueva tecnología.
Cuando todo esto comenzó,
hace veinticinco años,
yo estaba fuertemente influenciado
por los estudiantes de Uruguay
que fueron a la carga
y destrozaron las computadoras
a las que vieron como los ojos y los oídos
de un estado policial fascista.
Subí al tren de la tecnología bastante tarde,
en el año 2000,
unos diez años
después que todos los demás.
Todavía les pido a mis hijos
su asesoramiento.
Ellos me dicen qué hacer.
Pero sólo me olvido,
o pulso el botón equivocado
y se pierde el tiempo límite,
y regreso al punto de partida.
Me limitaré, supongo
a tener que acostumbrarme
a usar los pantalones vaqueros elegantes,
en vez de trajes oscuros,
al leer mis poemas en Madrid.
No, no estoy seguro
de que yo realmente quiera
convertirme en un poeta bohemio de Internet,
pero, no sé,
no parece ser tan malo.
Supongo que la única diferencia real,
cuando lo piensas,
es que se va a la cama a las cinco de la mañana
en lugar de a las once de la noche.
A menudo me pregunto
en que me habría convertido
si hubiera ido a ese curso de tecnología,
entonces en 1991,
en lugar de ir a la taberna.
Es demasiado tarde ahora,
sin embargo.
La suerte está echada.
Robert Gurney
St. Albans, Inglaterra
MUY CLARO, DESCRIPTIVO, REAL Y ANGUSTIANTE EL RECORRIDO DEL PERSONAJE DE ROBERT. Tecnología versus vida en paz, con creatividad .Adelante!
ResponderEliminarHaidé: Muchas gracias por tu lectura y tus apreciaciones.
EliminarMi abrazo