dedicado a Nicanor Zavaleta
Cada cual
se hace costra
en su esperanza.
Hasta el sol
se ve humillado
cuando las nubes
hablan.
Trunco
el viento
despelleja
una naranja.
Pero mi sombra
abanica una retama
y los dedos
se deshojan
de mis manos,
para que el arpa
toque para sí.
La sosegada
partitura sonámbula.
Desde el insomnio
En la lejanía se escucha al primer tren que llega. Y una siente que afuera se respira, que hay gente que se mueve, que existe un mundo al que mira a través del jardín de al lado, todo nevado, con una luna llena que atraviesa unas ramas secas, y una que adentro, taciturna, se ve reflejada en la ventana: ¿qué piensa?
¿A qué aspira, un cuerpo que se pudre?
Epping, 11 de febrero 2012, 05.25
Contrastes
Cuando
en medio de la noche
como una yegua de crines incendiadas
grito tu nombre
me responde un eco
como, duermo, duermo y amo
y más
pero a deshoras.
Sedimentados
los cabellos grises
me hablan de un mar azul
envuelto en una sombra
y duele el corazón del fuego
entonces, protegida con enormes capas
de amarillo, azul y luego blanco,
y sostenida por la última rama
del último rescoldo
apenas
de la mano
del último fantasma
cuando
me tiendes un lienzo de plata.
Fosforescente
con mi ser cautivo
veo tu cuerpo reflejado en las arañas
comes, duermes, fumas, trabajas.
Dulce tu mano
vertebrada de cuernos y serpientes
corta el viento
pongo la mesa
y escucho
cómo amas.
Marta Zabaleta
Nació en Santa Fe, Argentina. Reside en Londres, Inglaterra
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