Hay poemas dolorosos
que no los puedo escribir,
quedan como cuerpos
vacíos, sin letra, espesos,
quedan con sus horas
de amor y de encanto,
muy en mí, muy de mí,
y con mi sombra aliada;
este poema, claro, está
dedicado y en memoria,
por las horas y los soles,
en días del año 1983.
Horizontes
En la tan cruenta, insomne historia,
con Simón siempre es más fácil.
O es más sencillo partir de un puerto
con un gran faro que guía y alumbra
hasta las profundidades. Él advirtió,
miren hermanos, miren paisanos,
que allá arriba tenemos un vecino
abusador, barato y miserable. Sí,
lo dijo. Pero además cavó cimientos
y puso especial esmero en afirmar
el contrapiso. Aunque partió triste
por nosotros, más que por él. No da
tregua la historia, y nunca la dará.
Entre Puerto La Cruz y Cumaná
Apunte en el autobús
Tiene sus colores y resplandores, y tiene gracia
y aire abierto, pero es dura, muy dura, la vida
en Venezuela, locha a locha, en la costa, la sabana
y los cerros. A veces, todo se borra con un trago,
pero hacia el fondo de la pizarra, alguna letra
a medio borrar y honda siempre queda
como un murmullo o una lágrima de nadie.
Se anuncia en los rostros, en la parada de autobuses
y en las miradas de las mujeres de los pueblos.
Tiene sus colores y tiene, como en un poema
de Palomares, ese sabor a seguir andando
entre parientes, caminos, memorias y sudores
de estos nacimientos silvestres y estas suertes…
Muelles de Maracaibo
Los exiliados, los desterrados, esos hombres
extraños, a los que no se les entienden
algunas palabras, tienen muchas veces por corazón
un perro flaco, que tanta vez se niega a tomar agua.
Como los mármoles de las estatuas, de esa temperatura,
son sus rincones hondos y son sus soledades,
tengan amante o no, tengan esposa y tengan hijos.
Los exiliados, los desterrados, descubren calles,
y se solazan de novedad, hace largo tiempo descubiertas.
Es que los exiliados, los desterrados, dejaron un trozo
de sí en otras calles, otros arraigados ensueños,
que sólo les resuenan entre la niebla o entre el humo.
Por eso cojean en algún rincón del alma
y sueñan risas en el herido país que se perdió...
Del poemario del autor: Semeruco. De Güiria a Maracaibo
Eduardo Dalter vivió en Venezuela desde inicios de 1977 hasta octubre de 1983; estos poemas se corresponden con vivencias e instancias de vida de ese periodo.
Eduardo Dalter
Buenos Aires, Argentina
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