jueves, 17 de noviembre de 2022

Andrés Bohoslavsky

La montaña mágica 

                     El hombre nace libre, 
                     pero por todas partes está encadenado. 
                    Jean Jacques Rousseau 

                                      a mi padre 

Al final de la calle Morgan 
donde el pueblo termina 
estaba la montaña mágica 
los que creíamos en ella 
subíamos a pedir tres deseos 

de los comunes y de los otros 
los impronunciables 
supongo que ella cumplió todos 
al pie de la letra 

de los impronunciables 
solo me atrevo a recordar uno 
la muerte accidental de xX, el usurero 

conmovido por la muerte de su padre 
el hijo de xX, demolió la montaña 
y construyó una cárcel muy moderna 
donde cuelgan los deudores 
los pedidores de deseos 
y los poetas


Una historia sencilla 

Atendí la puerta, era Cristo pidiendo algo 
le dije que entrara 
a mí no me gustaría estar solo hoy 
estaba muy callado, más que otras veces 

luego, supongo que el vino lo animó 
y cuando ya era tarde 
dijo algo acerca de los pobres 
los que abren la puerta 
algo que recuerdo muy confuso 
de una aguja un ojo un camello y un reino. 

Yo había bebido demasiado 
lo saludé y me fui a dormir. 


El vagabundo 

He charlado con el vagabundo 
y me contó su historia 
había dejado todo después de la tragedia 
solo le interesaba caminar 
me dejó pensando 
el mundo está lleno de tragedias 
pero solo unos pocos se abandonan tanto 
nosotros, los impostores 
vivimos cómodamente. 

Mis zapatos impecables, no saben nada de mí. 


La fuente de los deseos 

La tarde que inauguraron la fuente en mi barrio 
observaba de lejos a las personas 
que una a una arrojaba sus monedas 
mientras cerraban los ojos, en una extraña ceremonia 
donde cada una de ellas equivalía a la concreción de un deseo 
sin importar la magnitud del mismo 

los rostros hacían difícil entender sus deseos 
pero mi amigo Pedro, el ciego-vidente 
me dictaba los de cada uno de mis vecinos 
y así fui dándome cuenta que casi todos anhelaban algo parecido 

todos y cada uno de los deseos 
estaban atravesados por el sueño de la posesión 
no había en ninguno de ellos, el menor rastro 
de algo que no se pudiese comprar, atesorar o acumular 

la representación perfecta de un sistema auto-inmune 
bienes y objetos saturaban el campo del deseo 
no figuraban sueños de amor ni de revoluciones 
nadie anhelaba recuperar el tiempo perdido 

de una manera u otra, el dinero aparecía en todos los deseos 
a veces de manera directa y otras no tanto 
pero allí estaba su presencia, intacta y permanente 
y absolutamente despreciable para un tipo como yo 
que piensa en el dinero como causa de todos los males 

me harté de todo esto, el plan surgió espontáneamente 
decidido a irme del barrio 
robé todo el dinero que contenía y la dinamité. 


Del libro del autor: Margot, la prostituta que leyó a Bakunin y otros poemasColección Poesía Mayor. Leviatán, 2019 
Andrés Bohoslavsky 

3 comentarios:

  1. UN DEJO DE MISTICISMO, NADA MAL EN ESTOS TIEMPOS, BUENA POESÍA Y LENGUAJE. FELICITACIONES

    ResponderEliminar
  2. Siempre buena poesía la de Andrés Bohoslavsky. Gracias.

    ResponderEliminar
  3. Haidé, Iris:
    Muchas gracias por vuestra lectura y apreciaciones.
    Mi abrazo

    ResponderEliminar

Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner