El hombre nace libre,
pero por todas partes está encadenado.
Jean Jacques Rousseau
a mi padre
Al final de la calle Morgan
donde el pueblo termina
estaba la montaña mágica
los que creíamos en ella
subíamos a pedir tres deseos
de los comunes y de los otros
los impronunciables
supongo que ella cumplió todos
al pie de la letra
de los impronunciables
solo me atrevo a recordar uno
la muerte accidental de xX, el usurero
conmovido por la muerte de su padre
el hijo de xX, demolió la montaña
y construyó una cárcel muy moderna
donde cuelgan los deudores
los pedidores de deseos
y los poetas
Una historia sencilla
Atendí la puerta, era Cristo pidiendo algo
le dije que entrara
a mí no me gustaría estar solo hoy
estaba muy callado, más que otras veces
luego, supongo que el vino lo animó
y cuando ya era tarde
dijo algo acerca de los pobres
los que abren la puerta
algo que recuerdo muy confuso
de una aguja un ojo un camello y un reino.
Yo había bebido demasiado
lo saludé y me fui a dormir.
El vagabundo
He charlado con el vagabundo
y me contó su historia
había dejado todo después de la tragedia
solo le interesaba caminar
me dejó pensando
el mundo está lleno de tragedias
pero solo unos pocos se abandonan tanto
nosotros, los impostores
vivimos cómodamente.
Mis zapatos impecables, no saben nada de mí.
La fuente de los deseos
La tarde que inauguraron la fuente en mi barrio
observaba de lejos a las personas
que una a una arrojaba sus monedas
mientras cerraban los ojos, en una extraña ceremonia
donde cada una de ellas equivalía a la concreción de un deseo
sin importar la magnitud del mismo
los rostros hacían difícil entender sus deseos
pero mi amigo Pedro, el ciego-vidente
me dictaba los de cada uno de mis vecinos
y así fui dándome cuenta que casi todos anhelaban algo parecido
todos y cada uno de los deseos
estaban atravesados por el sueño de la posesión
no había en ninguno de ellos, el menor rastro
de algo que no se pudiese comprar, atesorar o acumular
la representación perfecta de un sistema auto-inmune
bienes y objetos saturaban el campo del deseo
no figuraban sueños de amor ni de revoluciones
nadie anhelaba recuperar el tiempo perdido
de una manera u otra, el dinero aparecía en todos los deseos
a veces de manera directa y otras no tanto
pero allí estaba su presencia, intacta y permanente
y absolutamente despreciable para un tipo como yo
que piensa en el dinero como causa de todos los males
me harté de todo esto, el plan surgió espontáneamente
decidido a irme del barrio
robé todo el dinero que contenía y la dinamité.
Del libro del autor: Margot, la prostituta que leyó a Bakunin y otros poemas. Colección Poesía Mayor. Leviatán, 2019
Andrés Bohoslavsky
UN DEJO DE MISTICISMO, NADA MAL EN ESTOS TIEMPOS, BUENA POESÍA Y LENGUAJE. FELICITACIONES
ResponderEliminarSiempre buena poesía la de Andrés Bohoslavsky. Gracias.
ResponderEliminarHaidé, Iris:
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestra lectura y apreciaciones.
Mi abrazo