Una presencia intermitente
Cuando muere un bardo,
enmudecen los arpegios
y un fuego se aquieta
ante la barca de Caronte.
La llama retrocede
y se ubica
en las antípodas de la Estigia
donde poco a poco
se expande,
se hace grande,
se contrae en la inmensidad
hasta encontrar el oído
de un poeta recién nacido.
Entonces, el fulgor se electriza,
se entuba,
se troca en melodía,
penetra en su esencia
y escribe los poemas,
todos los poemas
que silenció la Parca
en un punto estremecido.
Indio toba
¡La gran pucha, indio!
¡Qué negra tu suerte!
Hoy también se agiganta
la soledad de tu figura
y la negrura de tu fortuna.
Dicen…
que tu pobreza
infecta la ciudad,
y allí, del Rosario,
(Rosario soledad-
Rosario calvario)
te quieren desalojar.
Quieren meterte al laburo
para terminarte
de matar
porque dicen…
que eso de artesano
es maña y nada más.
Indio,
no dejes
que te vuelvan a achurar.
Permite que tu arte florezca
en tu rosedal
para que
también tus manos
sostengan
el viejo resabio
de la creación
de indios milenarios
a quienes
les sacaron hasta las crenchas
y ahora,
por si fuera poco
hasta tu concepción cultural
quieren ultimar.
Hilda Augusta Schiavoni
Inriville, Córdoba, Argentina
Hermoso poema para nuestros pueblos originarios. Aun siguen "los blancos" matando culturas milenarias. Y seguimos enajenados con una pseudo "cultura" de otros laboratorios.
ResponderEliminarAquí encuentro poemas ambientados en dos geografías y tiempos distintos. Creo entender que el punto clave es el interés poético por la diversidad cultural.
ResponderEliminarMuchas gracias Martina y Lina.
ResponderEliminarMi abrazo