Del barrio aquel
A mi barrio le pusieron por nombre “La Tosquera”. Pudo haber sido porque el primer poblador de la zona -hace un montón de años- trabajaba en una empresa que se ocupaba de la extracción de ese mineral, usado como base debajo del asfalto y, según dicen los que saben, resulta un negocio no regulado generador de fortunas de muchos concejales e intendentes de la localidad. Esos que en vísperas de elecciones llegan y prometen cosas que nunca cumplen.
Por cierto, nunca supimos de algo que convalidase este supuesto, aunque nos gustaba creer en la fábula disparadora de conjeturas en la gente menuda del entrañable barrio, reservorio de los recuerdos más puros y felices de la niñez.
Alrededor de diez o doce chiquillos nos adueñábamos de la calzada arenosa en las siestas candentes del verano. El primero en llegar era Oscar con su hermanita Mirta, la de los enormes ojos verdes como faroles resplandecientes. Luego, los tres Grajales: Boby, Marita y Joselín, este último con apenas cinco años esforzándose por seguir el ritmo de los demás. Los mellizos Capri, con su perro Dragón, servidor de nuestra Sultana a través de varias camadas de cachorros medianos, variopintos y afectuosos. (la castración y vacunas era algo inimaginable en nuestros tiempos). Susy, la bizca (en realidad no lo era, pero como usaba anteojos nos parecía que calzaba el sobrenombre). Y mi hermanito Felipe y yo. A veces se sumaban chicos de la otra cuadra, entonces podíamos armar juegos de competencia para divertirnos a más no poder, hasta que madres o abuelas asomadas a las ventanas anunciaban la hora de la cena y por ende, el tiempo de finalizar la algarabía.
A mi hermanito le costaba relacionarse y andaba pisándome los talones. En esa época tampoco había internet ni la psicología estaba al alcance de la mayoría. Pero al menos sabía jugar y me obedecía. Aunque más de una vez me reprocho el haberlo tratado en forma inadecuada, hasta diría despiadada. Cosas que los años nos permiten ver sin ocasión de remediar. Fallos y omisiones perfectibles en virtud del arrepentimiento tardío. Y no por ello menos doloroso.
Mi barrio podría localizarse en cualquier ciudad pequeña del interior de algún país sudamericano, llámese Argentina, Paraguay o Brasil. Prefiero no individualizarlo para que en estos personajes se reconozcan quienes alguna vez sintieron la sensación de alegría y libertad en esquinas de calles sin asfalto, bajo la sombra de una higuera o zarzamora, haciendo equilibrio al borde de una zanja de desagüe, o corriendo detrás de una vieja y remendada pelota en el alargue de un dorado atardecer de tierra seca, pies descalzos e ingenua perspectiva de jolgorio.
En los últimos días de febrero cuando remiso el sol se ponía, nosotros, los dueños del presente, no sabíamos ni nos preguntábamos lo que nos aguardaba más allá del fondo de nuestra callejuela.
Era verano entonces. Y el invierno parecía estar demasiado lejos.
Cuento tomado de Revista Literarte Nº 106 (abril 2018)
Catalina Zentner Levin
Nació en Corrientes, Argentina. Reside en Israel
Gracias a vos por tu generosidad. Y dejo mis augurios para que sigas siempre en la apuesta cordial hacia la literatura. Catalina
ResponderEliminarSoy yo quien te agradece, querida Catalina, por siempre acompañarme y alentarme en esta tarea literaria que elijo realizar.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos
Gusto leerte Catalina. Te dejo un cariño enorme y me hace feliz saber que seguís escribiendo.
ResponderEliminarParece que el tema del tiempo (mi tema preferido), invade por doquier. Es que el parate de la pandemia nos dio lugar a la reflexión y a la comparación nada benévola.
ResponderEliminarGracias Catalina; me has transportado a varias leguas en este camino que estoy andando.
ResponderEliminarGracias Catalina, contigo llevo pleno de cinco lecturas y cinco emociones profundas.
ResponderEliminarYo no estuve en esas intensas fiestas que nos traes; pero estuve en otras del mismo calibre, con otros nombres y algunas pillerias.
Dejaré el resto de los autores tan certeramente escogidos por nuestra mecenas para otro momento; tengo temor de que algún texto no me embelese y se rompa la magia de este día de letras brillantes.
Me encanta esta narración que no solo es verosímil sino que fue una realidad. Así, tal como está descripto que, a pesar de todo, sucedió no hace tanto tiempo.
ResponderEliminarSin embargo, debo destacar los dos últimos párrafos tan metafóricos, que le dan un cierre brillante y conmovedor.
Nerina, Haidé, Mimí, Lina, Max:
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestra atenta lectura.
Mi abrazo