Quisiera yo,
en el día de hoy,
crear la poesía
más apabullante,
más dura,
más trágica,
en la antítesis de lo baladí,
la más alejada en definitiva de la magia
(lo digo de veras:
tan repleto de pensamientos profundos estoy);
lo haré, probablemente,
en cuanto termine
de encontrar las llaves.
Doce de mayo
Hoy ha fallecido una señora de 98 años.
Se llamaba Irena Sendler.
Nos ha dejado la televisión y las luces encendidas.
Durante la Segunda Guerra Mundial,
Irena se acostó con un sábado,
y donó a nuestros hijos la lluvia:
consiguió un puesto de enfermera en el güeto de Varsovia,
pero, como especialista en cloacas y conductos subterráneos,
sus intenciones iban, por suerte, considerablemente más allá:
sabía cuáles eran los planes de los orcos
(crear ángeles,
vestir de Hugo Boss
¿hedonismo insaciable?,
quizá),
una férrea disciplina,
inventar un Nuevo Orden Mundial,
esas cosas,
así que sacaba de allí bebés judíos,
escondidos en una ambulancia,
en una caja de herramientas,
y a niños mayores,
en un saco de arpillera, en el fondo de la misma,
hasta un total de 2.500;
también llevaba un perro, de raza indeterminada,
al que había adiestrado para ladrar a los orcos,
cuando entraba y salía del güeto.
Naturalmente, los soldados no querían saber nada del perro
(y sus ladridos tapaban los gemidos de las criaturas):
Irena se acostó con un sábado,
y donó a nuestros hijos la lluvia:
de resultas de todo ello surgió un azul tan intenso
como la esencia del cielo sobre el crepúsculo.
TS Hidalgo
Madrid, España
Se podría decir que el primer texto manifiesta la voluntad del poeta a modo de prefacio, en tanto que el segundo ya asume el carácter de un poema testimonial.
ResponderEliminarAprecio tu atenta lectura, querida Lina.
EliminarCariños