Leonardo pasea por las calles de Venecia, una corte de amigos lo precede. Bullicio, mujeres y vino. Risas y más risas, la alegría de vivir estalla en los labios de tantos jóvenes alocados.
“Ay Leonardo, pareces un payaso, con una corte de pájaros y arlequines”. Le dice Miguel Ángel.
“Ay, Miguel Ángel, solo, siempre solo, vestido de negro. Te pareces a un sepulturero”. Contesta Leonardo.
Tan luego Leonardo da Vinci, que ha trabajado con tantos cadáveres, para estudiar sus huesos, sus músculos y tendones. Los dos conocen todos los secretos de la vida y de la muerte. Ellos, Leonardo y Miguel Ángel, han dado vida a tantos personajes traídos del más allá de la rutina, de los campos y de las ciudades. Los semblantes casi no tienen secretos para Leonardo y podrá perpetuar por siempre, una risa o una mirada. Los cuerpos renacen con todo su esplendor en la paleta o la escultura del gran Miguel.
Le dice una voz: “Tú pintas al atardecer, hermano da Vinci, cuando la luz se hace tenue y estalla el arco iris en tu paleta, una música, un canto, un poema, un coral de alegría, un cielo en la tierra, es el mensaje de tus sueños. Leonardo aurora de los hombres.
Miguel Ángel, el más angelado de todos los escultores de la tierra.
Roberto Romeo Di Vita
Buenos Aires, Argentina
Dos personalidades bien distintas, dos genios, ahora retratados por la inspiración y la pluma de Di Vita. Se agradece.
ResponderEliminarMuchas gracias Lina. Un abrazo
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