El dolor del cielo
De
las tejas de la blanquísima casa de la colina
Fluía
sin descanso el dolor del cielo.
La
sonrisa del sol había ya expirado
Las
ventanas del occidente se habían pintado de un negro profundo.
La
casa por dentro desierta y desordenada
De
las paredes como chorros brotaban alaridos.
El
reloj parado en la hora oscura
Los
huesos de los muertos vertidos por el suelo entablado.
Las
teclas del piano convertidas en hueso
La
marcha fúnebre por el aire esparcida.
En el
jardín las flores hundidas en el luto
Y sus
raíces sedientas sorbían sangre.
La llegada del amor
Los
dorados rayos del sol
Disolvieron
la negra y espesa oscuridad
Mi
alma desvelada se desbordó
Como
un violento río crecido
La
ardiente canción del amor
Floreció
en los labios azules de la aurora
Y una
paloma roja me trajo
La
carta que espero desde hace años.
Las
flores del fresco jardín
Esparcieron
sus cálidas sonrisas
Los
dulces sueños se aparecieron
Por
dentro de las hierbas bañadas de sol
El
agua pura corrió melodiosamente
Por
las frescas fuentes de piedra
Y en
mi corazón magullado
Se
cerraron de pronto las heridas abiertas.
De viaje por el desierto
Al
partir aquella mañana dorada
Sobre
las altas colinas de los camellos
Desde
el pequeño poblado beduino
Hacia
la inmensa arena rubia y castaña
Y con
el gigantesco y el ígneo sol
Quemando
sin piedad por el cielo polvoriento
Templamos
nuestras almas en el horno.
Sabíamos
que no encontraríamos flores hermosas
Ni
árboles para que nos dieran sombra.
Sabíamos
que no encontraríamos manantiales caudalosos
Ni
conchas brotadas en la arena.
Sabíamos
que no encontraríamos pájaros melodiosos
Ni
viento que nos refrescara.
Sabíamos
que no encontraríamos ojos dulces
Ni
Sirena que nos cantara.
Sabíamos
que no encontraríamos palabras acogedoras
Ni
estrella que nos guiara.
Sabíamos
que no encontraríamos blancas ermitas
Ni
sacerdotes que nos dieran comunión.
Pero
estábamos absolutamente decididos
A
buscar el oasis noche y día.
Poeta
Echo
el cubo de hierro
Al
pozo del jardín.
Alrededor
árboles
Y
flores
Sedientas.
Saco
sueños
Que
destellan
Al
roce del sol.
Y con
ellos riego
Sus raíces.
Del libro del
autor: Poemas de fuego. Casa
Editorial Punto Rojo Libros, 2018
Isidoros Karderinis
Atenas, Grecia
Me gustó mucho la madurez que transmite en su poesía.
ResponderEliminarFelicitación.
Gracias por tu lectura, Ceciely.
EliminarMis cordiales saludos y mis buenos deseos para ti
Analía Pascaner