Para besar el alba
Nací
mujer para besar el alba,
ofrecer
mi paso firme a la ventura,
como
quien lanza su juego
por
los aires y se columpia
con
la vida.
No es
mi canto el canto alegre
de
los pájaros, es el canto
de la
lluvia lamiendo los tejados,
con
su grito que lleva el dolor
al
costado de un pueblo
que
vive entre penumbras.
He
nacido mujer como el fuego
que
se vierte un mediodía de verano,
con
su cresta de luz que ilumina
la
mirada y se oculta fugaz en la pupila
para
guardar el amor que un día
se
llevó la brisa.
En mí
laten el colorido y el aroma
de
esas tardes que llevan en su seno
el
oleaje de los mares de otras tierras,
con
su brisa y su espuma deshaciéndose
en la
noche de su historia.
Hay
en mí un camino de frío y añoranza
que
ciñe cada parte de mis huesos,
aprieta
mis sienes a la tarde
descifrándola
en los bordes de mi rostro.
He
nacido para besar el alba,
aunque
azoten los vientos
mis
cabellos y mi cuerpo se apague
en su
rumbo hacia la noche…,
quizás
mis pasos entonces se dirijan,
mochila
al hombro, besando cada sueño.
Abecedario
Se
durmió la espera sobre el sillón de la tarde,
mientras
el horizonte se expande
como
si mirara el mar.
Ya no
busco mi nombre, se acabó el desconcierto.
Me he
encontrado a mí misma
y dibujo
palabras en la arena del tiempo,
donde
miro mi rostro con una sonrisa
que
se abre plenamente en el espejo.
-Esa
soy yo?-me digo.
Y las
letras van reconociendo cada parte de mi cuerpo,
delinean
mi mirada cruzando el futuro,
se
fijan en mis ojos y adivinan vocales,
se
enquistan en mis brazos uniendo consonantes.
Abecedario
es mi nombre que vibra con la tierra,
besa
el almanaque y se abraza al océano.
-Infinita
es la vida, infinito el minuto-
El
poema anochece en mis labios sencillos,
es
infinita noche que me acoge serena,
es el
alba entreabierta llamando a las estrellas.
Me he
encontrado a mí misma
y es
mi vida un puente que cruzo
hacia
el asombro.
Mientras tanto
Se
detuvo la tarde entre mis sueños,
como
un papalote se me va la vida,
volando
entre las preguntas
que
no obtienen respuesta.
Hacia
dónde caminará el lazarillo
que
asoma su voz cuando el temor
es
una lápida que imagina
pájaros
sin canto en mi horizonte?
Cuándo
un dios o un ángel se detuvo
a
conocer la lágrima, esa gota de inquietud
que
carcome la esperanza?
La
calle recibe mis pasos,
los
mismos que recorrieron el sin rumbo
del
amor que olvida,
ahí
donde la luz se apaga cada noche
llevando
el renacer entre sus dientes.
Por
qué, vida, asumes que amo
tu
cordillera de promesas fugaces,
tu
montaña de posibles aciertos,
el
trayecto del destino que esconde
su
sonrisa alucinante?
Alzo
mis hombros y camino
y
juego con la inaudita certidumbre
de
sentirme viva mientras tanto.
Isabel Cristina Arroyo Calvo
San José, Costa Rica
Gracias, Analia, por apoyar mi labor poética. Abrazos
ResponderEliminarUn placer incluir tus poemas, Isabel. Gracias a ti por la confianza al enviarlos.
EliminarMis cordiales saludos y mis mejores deseos
Analía