La historia no tiene prisa
La historia no tiene prisa.
Entro en el espejo y vuelvo.
¿De dónde vengo y quién vuelve?
No rompo nada,
sigo rodando el miedo.
Se muere sabiendo que es inútil
y se inventan leyendas,
pero Ella sin más resuelve.
La luz y cadáveres gloriosos,
están ubicados
según direcciones,
cosmográficas establecidas
de amores por componer.
La verdad es la peste.
Es lo idiota de ojos en blanco
en bellas esfinges,
cubiertas de sal
donde las naves se impacientan
y vuelven a temblar con los
vientos.
Así a veces,
uno piensa que no ocurre nada
y camina por calles
sin notar señales
y se cree a solas.
Otras veces,
registramos alarmas
cuando en viejas fotografías
vemos detalles
que no habíamos detectado,
estuvieron siempre,
quizás sin saberlo,
han estado allí.
Ahora andarán diciendo
Ahora andarán diciendo
que voy por la vida
como iris migratorio,
sin moldes ni orillas.
Sumido en cúmulos nocturnos,
arbustos desarraigados
construyen
mis evoluciones geológicas.
Formo parte de mis sueños
en tiernas semejanzas
incitándome a amar las distancias.
La soledad huye
cuando anudo cabelleras hipnóticas.
Enlazándome a tu cintura cambiante,
no apresuro pasos.
Veo germinar en nuestras entrañas,
nuevos universos.
Si he de invocar
la indisoluble combinación
del espíritu y mi otoño,
será en lo que perdure:
futuras estampas
y ciertas antiguallas
que tal vez
alguien recuerde.
Galope apasionado
Los
días transcurrían calculando
el
rendimiento de los surcos
que se
han de llenar
con
el apasionado galope.
Al
pie de carretera pensaba:
no
está mal, ser un arado
y
vislumbrar más que el espacio,
los
territorios del tiempo
donde
el hombre espera
mientras
agoniza.
Hay
belleza y gratitud
en la
vitalidad del pan nuevo
y sus
sabores acelerados
por
sutiles espirales
de
consumadas realidades.
En
contacto con otros climas y abismos
florezco
en la nieve y me sumerjo
en
densidades de espejismos.
En
trote apasionado vienen alientos
sobrepasando
silencios.
Culminan
la transfiguración del carbón
en
brillos diamantinos.
Mis
brazos extienden
rastros
de tempestades
y la
sed me lanza a existir.
Nuestros
vientres sonoros
gestan
latitudes de soles,
voces
de islas donde reposa el alma.
Las
distancias recorridas nos unen
porque
el infinito no puede recorrerse a solas.
Es
una férrea ligazón a la que obedezco
y al
tallo de acuáticos tejidos,
en
vidas desbordando
emulsiones
cambiantes
contra
lo que pueda oler a destrucción.
Allí,
en la invocación del viento,
entrego
mis vacíos.
Jaime Icho Kozak
Madrid, España
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