domingo, 14 de diciembre de 2014

Jaime Icho Kozak

La historia no tiene prisa

La historia no tiene prisa.

Entro en el espejo y vuelvo.

¿De dónde vengo y quién vuelve?

No rompo nada,
sigo rodando el miedo.

Se muere sabiendo que es inútil
y se inventan leyendas,
pero Ella sin más resuelve.

La luz y cadáveres gloriosos,
están ubicados
según direcciones,
cosmográficas establecidas
de amores por componer.

La verdad es la peste.

Es lo idiota de ojos en blanco
en bellas esfinges,
cubiertas de sal
donde las naves se impacientan
y vuelven a temblar con los vientos.

Así a veces,
uno piensa que no ocurre nada
y camina por calles
sin notar señales
y se cree a solas.

Otras veces,
registramos alarmas
cuando en viejas fotografías
vemos detalles
que no habíamos detectado,
estuvieron siempre,
quizás sin saberlo,
han estado allí.


Ahora andarán diciendo

Ahora andarán diciendo
que voy por la vida
como iris migratorio,
sin moldes ni orillas.

Sumido en cúmulos nocturnos,
arbustos desarraigados
construyen
mis evoluciones geológicas.

Formo parte de mis sueños
en tiernas semejanzas
incitándome a amar las distancias.

La soledad huye
cuando anudo cabelleras hipnóticas.

Enlazándome a tu cintura cambiante,
no apresuro pasos.

Veo germinar en nuestras entrañas,
nuevos universos.

Si he de invocar
la indisoluble combinación
del espíritu y mi otoño,
será en lo que perdure:
futuras estampas
y ciertas antiguallas
que tal vez
alguien recuerde.


Galope apasionado

Los días transcurrían calculando
el rendimiento de los surcos
que se han de llenar
con el apasionado galope.

Al pie de carretera pensaba:
no está mal, ser un arado
y vislumbrar más que el espacio,
los territorios del tiempo
donde el hombre espera
mientras agoniza.

Hay belleza y gratitud
en la vitalidad del pan nuevo
y sus sabores acelerados
por sutiles espirales
de consumadas realidades.

En contacto con otros climas y abismos
florezco en la nieve y me sumerjo
en densidades de espejismos.

En trote apasionado vienen alientos
sobrepasando silencios.
Culminan la transfiguración del carbón
en brillos diamantinos.

Mis brazos extienden
rastros de tempestades
y la sed me lanza a existir.

Nuestros vientres sonoros
gestan latitudes de soles,
voces de islas donde reposa el alma.

Las distancias recorridas nos unen
porque el infinito no puede recorrerse a solas.

Es una férrea ligazón a la que obedezco
y al tallo de acuáticos tejidos,
en vidas desbordando
emulsiones cambiantes
contra lo que pueda oler a destrucción.

Allí, en la invocación del viento,
entrego mis vacíos.


Jaime Icho Kozak
Madrid, España

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