Rebelde
No existe la devoción que tejen los cielos. Esos nimbos retozan
en formas extravagantes de vendavales y borrascas, en un vacío impetuoso,
facilitado por el arrebato de tus alas, cuando recién ejercitabas el volar.
Ahora, permaneces enclavada entre muchedumbres hacinadas, viviendo en el
estiércol de resumideros pestilentes. Y como la borrasca devasta playas
refinadas donde el paisaje se nubla a gris ceniza, no pretendas ser una brisa
cálida en playas ciudadanas; tampoco pretendas beber sangre que derraman los
poderosos. Tienes la sed del hambriento, del proscrito, del rebelde. Ansías
limar barrotes de celdas favoritas, que mantienen, cautivo y acicalado, el
capricho; en ese estado de abandono, por el tremendo silencio del desencanto,
quedas sobre lienzos descartables para tus lágrimas secas; donde nace un
bramido inhumano, ocioso y vehemente, derrocando el sueño ficticio a la vera de
utopías mancilladas sobre una muralla de recuerdos desnudos, donde emergen
gigantes y eternos; es en la parte más gris de la sombras, y en la luz más
apagada del día, donde nacerá quien aguarde tu regreso.
¡Siempre!
Deshabillé
El Deshabillé fue la única piel que pudo retirar suspirando, y
gozar del suave y metódico planeo del cóndor. El brassiere, festivo y
derrotado, permitió buscar la senda exacta, donde afloró el fuego anhelado. Sus
manos recorrieron una y mil veces el cuerpo de esa mujer, cuya piel era la seda
codiciada y eternamente apetecida. Si bien antes fue esquiva, hoy se entrega
dócilmente, y es ganada al cosmos, en un desafío de sutil hechizo. Los sueños
abrigaron su sonrisa ante una naturaleza salvaje y exuberante, que sólo atinó a
protegerse de su tamaña belleza, cohibiendo la majestad de la sorpresa e implorando
que la armonía impere y regrese. Superada la demencia insólita del deseo, que
asió regocijado esos dos cuerpos indivisos en su embeleso, vivió en plenitud su
hechizo.
Paloma
Una paloma cándida, malgastada, calada bajo el agua, respira.
Una paloma inutilizada, abatida bajo la arena, despierta: tiene los ojos
abiertos y sus alas quebradas por el tiempo; las patas atadas con alambres de
seda, no impidió que el viento deje libre su loza y la paloma regrese a su
vuelo. Hay una paloma cándida, volando con alas sanas y patas libres de sedas,
que toma vuelo y vive.
En tu edén
Apeteces el espacio indolente, libre de tirria. Florecen espigas
vanidosas, mientras un cielo sumiso resguarda momentos de inolvidables
encantos. Tus manos delicadas repujan la esfinge del ideal ausente, un espacio
pleno cobija tus olvidos, y en tu edén lloviznan matices asombrosos.
Sueños calmos
No hace falta…, no hace falta que te arrulles bajo la sombra de
los árboles, custodiando el Sena como Coubert te inmortalizó. ¡No! No hace
falta que corras tras tu belleza calma, ni desesperes por encontrar tus ojos en
el firmamento o las estrellas en tu rostro, como lo soñó Shakespeare. Sueña
igual, despabilada igual, ¡igual!, cerrando tus ojos, porque cientos de
efímeras imágenes resucitarán sin el pincel de Hayez, que dejó la pureza de tu
desnudez virgen e intacta en espejismos sin tiempo, en calendarios tibios y
ausentes de fechas precisas, con recuerdos deslizándose suavemente sobre la
imaginaria lámina gredosa de la memoria. Los sueños calmos lucen siempre
eternamente vestidos, vestidos de ilusión, como una gota cristalina de lluvia
pendiendo del pétalo virgen de nenúfares, que coronan el sueño de la infanta de
Millais, con sus pequeñas manos abiertas suplicantes y su mirada frágil,
navegando en el espacio. No hace falta que duermas. ¡No…, no hace falta! Delira
con tus fantasías, con tu arte y creatividad potenciada, ¡deja que fluya…! Deja
esas imágenes libres de suplicio, para que cobren una vida exultante, liberadas
de sórdidas penumbras y de la nimiedad imperante. ¡Fue Baudelaire!; no yo,
quien te premió a que el tiempo no pueda destruir tu dócil armonía y tu
trajinar refinado. No hace falta que duermas. ¡No…, no hace falta!
Estás viva. ¡Viva!
Poetas y su mundo
Y si los poetas crearan su propio mundo? ¡Ah! ¿Para ellos? ¡Sí,
para ellos o ellas! ¡Todos! ¿Y cómo sería ese universo? Porque dicen que
eternamente sollozan, que son acongojados, que se laceran, que han perdido
algo, o que escudriñan algo, que rondan mucho y también… sufren. ¿Y quién lo
dice? Lo dicen… ¡los que no son poetas! ¡Ah! ¿Y ellos? ¿Qué mundo poseen?
¿Cómo? Sí, ¿de qué mundo disfrutan? ¡Parece muy feo! ¿Por qué dices eso? Porque
se quejan, sufren, hablan del dolor. ¿Y del amor? Poco, hermano, poco. Lo han
perdido, puesto que lo buscan en el vacío. ¡Ah! ¿El mismo mundo entonces?
¿Cómo? ¡Sí, el mismo mundo! Sólo que el poeta es capaz de dar vida. El poeta y
el arte, mi amigo y hermano, son creadores de belleza con palabras, como el
pintor con sus pinceles, o el tenor con su voz, o el músico con sus glosas
melodiosas… Porque la poesía es
Himno-Melodía-Utopía-Fantasía-Fogosidad-Encantamiento. ¡Deleite perpetuo! que,
a veces, renuncia. ¿Oyes? ¡Sí!… ¡Ah!... ¿El mismo mundo entonces? No lo sé.
¿Qué opinas tú?
Asesino
Nunca pensó que lo lograría; su mano se mantuvo firme, el índice
sobre el gatillo obedeció en pocos segundos su orden: ¡fuego!, y la bala emergió limpiamente. Al comienzo tiritó, y el sudor
frío invadió su piel. “Un
asesino -se dijo- debe tener sangre fría”, y él no sabía aún que la tenía. Mientras
tanto, la víctima mira paralizada; fue en ese momento que supo que sí, lo era.
Se sintió todopoderoso. El cuerpo de ese hombre se sacudió en el asombro y
después aceptó la muerte en silencio. Dicen que no hay malestar, y lo que más
duele es el terror previo, que no dura mucho. Apenas puede admitir la maldición
como descargo; pero ya es tarde, la sombra de la muerte lo envolvió. Guardó el
arma homicida y se fue silbando por las calles vacías y oscuras. Tenía mucha sed
y los bares estaban todos cerrados.
Del libro Sueños Calmos. Poesía en prosa.
Colección Sur de Poesía, Ediciones de La iguana, 2012
Gustavo Vaca Narvaja
Córdoba, Argentina
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