lunes, 19 de septiembre de 2011

Silvia Long-Ohni

-Buenos Aires, Argentina-

Y mañana

"...y mañana cuando seas
descolado mueble viejo..."


Cuando mañana es hoy y en el espejo
te ves la soledad que es pura arruga,
los triunfos más perdidos que ganados
por culpa de la pata de una sota
de esa mina fuyera, la mentira
y corra el lagrimón entre los surcos
de una vida tirada a la marchanta,
sin ruta que perfile una esperanza
de una muerte mejor, porque la parca
es dura con los viejos solitarios
cuando mete el cuchillo del silencio
y no queda una mano de reserva
para darte el adiós, último gesto.

Mañana, cuando es hoy y las rodillas
son flecos, son hilachas, no sostienen
ni las ganas de ser ni el paso lento,
cuando cada baldosa haya olvidado
el ya viejo paseo del recuerdo
y la plaza esté lejos, aunque nunca
cambiara ni el farol su propio sitio
se te hace el ventanal pura miseria,
un marchito recorte de la vida.

Mañana cuando es hoy y la cabeza
no puede recordar dónde está el ojo
y los brazos un par de marionetas
que cuelgan de unas manos desahuciadas
intentando la vuelta de una hoja
del libro que es borrón ante tus ojos
será un pozo de noche esa amargura
de haber sido el amante de la infamia.


Nada poseo

Nada poseo, nada,
ni la imagen huyente en el espejo
que en penumbras refleja lo destinado a irse,
lo diluido en el tiempo y en la bruma,
esas huellas perdidas
entre grises y oscuros matorrales
de hojas carcomidas por un invierno terco.
Nada poseo, nada,
porque la luz, el viento, el sueño, el agua
se han declarado ajenos,
impropios a mis ojos y a mis manos,
residentes del pálpito que en corazones nuevos
cobran su natural vigor y animan
a muchachas en flor, cadenciosas, despiertas,
con caderas turgentes y pechos no inmolados
y a machos apolíneos de tensos pectorales.
Nada poseo, nada,
sólo un recuerdo lívido y lejano,
un pasado que tiende a podredumbre,
una bujía rota y mucha sombra
y ya no como Anacreonte dolerme
por el placer esquivo y la poma extranjera.
Saludo al tiempo ido desde un barco lejano,
la proa hacia el poniente
en busca de una playa donde nunca habrá nadie.


Nada te debo

Nada te debo, Amor, salvo la pena,
el herrumbre en los ojos por tanto desaliento
y la boca cerrada como una sepultura.
Cuando viniste, Eros, como ráfaga hambrienta
a libar de las rosas la miel de mi inocencia
las puertas del vergel fueron de seda
y todas las estrellas desveladas
a toque de silencio se llamaron
porque tu sueño fuera el más digno de un ángel.
Muchas veces llegaste desharrapado y triste
y otras muchas cubierto de un manto de oropeles
y la cancel abierta con la misma sonrisa
dejó libre el camino de tus pies traicioneros.
Nada te debo, Amor, salvo la pena
de haber perdido el tiempo que hoy me falta.


Textos tomados de AERA Revista de Poesía, coordinada por Alejandro Drewes, Buenos Aires

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Hay gente que está tan triste como si lo supiera todo.
Nicolas Chamfort

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