lunes, 19 de septiembre de 2011

María Fabiana Calderari

-Santiago del Estero, Argentina-

Un café con mi padre

Cuando llegué al bar, no había otras mesas ocupadas.
Me senté en un rincón, junto a una mesa redonda y pequeña pegada a la ventana. Acomodé la silla y disimulé la mirada hacia la calle. Podía olerse la lluvia a través del cristal humedecido.
No hizo falta ocultar la nostalgia ni el desahogo de las palabras encerradas. Como siempre, mi padre, sereno y sabio; acompañó el café, caliente y rebajado.
No recuerdo cuanto tiempo estuve sentado. Me levanté aliviado. Las monedas quedaron esparcidas sobre la mesa solitaria.
Estos diálogos, desde la eternidad, me alimentan.


No es un cuento

En las ficciones, los besos suelen convertir sapos en elegantes príncipes y princesas.
En la vida real un beso es más poderoso. Rescata de la soledad, de la apatía, del desamor.
Un simple beso… Aventurémonos a sentir el encantamiento.


La tortuga

Tropiezo. Mis pasos se vuelven torpes.
Hablo demasiado o enmudezco. Mis palabras se desordenan.
Mi respiración se agita y se detiene en un suspiro lento y prolongado.
Mientras todo alrededor se adormece se agigantan mis sentidos.
Toda sonrojada y temblorosa escondo la mirada, mi cabeza. Me guardo entera.
Cada vez que te veo. Envuelta en este caparazón juicioso, desbordante de costumbres buenas y ataviadas.
Cada vez que te veo.


“Ilusión imprevista”

Una interminable hilera de jovencitas, apiladas en la sala del teatro Perrault, sueña el protagónico de la obra a estrenarse. Avanzan ágiles y a desgano.
Quedan las últimas. Los encargados no encontraron a ninguna que encuadrase en el personaje. Se apagan varias luces, pasada la medianoche. Los ecos inundan la sala. La empleada del teatro ordena a su hija que colabore con las tareas de orden y limpieza.
Los cuchicheos entre el director de la obra y el resto de los actores sorprenden a una niña de rodillas, fregando el escenario, con un estropajo entre sus manos.
-He ahí a la princesa- señalan complacidos.


Hidalguía

Subastaban ideales en una antigua posada.
-Invertid- dijo un ingenioso hidalgo. –Provechoso es quedar armado caballero.


El vínculo de la humanidad

El mar hambriento abría sus fauces para devorar al sol anaranjado. Ellos lo observaban atónitos, tendidos sobre la arena.
Un escorpión rojizo trepó la empalizada del castillo y entró en los aposentos del rey.
-El enemigo acecha. ¡Preparemos las armas! -exclamó uno de los mosqueteros, desnudando la espada con liviana destreza. El otro lo detuvo asentando su pequeña mano sobre el pecho.
-Abatiremos al intruso -recitó con voz de acero. Recogió la paleta aún humedecida y el baldecito con restos de arena y añadió hincado de rodillas: -Intentaremos primero con la palabra.


El funeral

Hacía apenas unas horas que me sentía mejor. Decidí, por fin, no estar ausente en el funeral.
Cuando llegué, el olor nauseabundo de las flores de la sala y la muchedumbre entretenida y atribulada casi me hizo regresar. Con interminables pasos llegué hasta el féretro. El muerto estaba solo, pálido, frío, desconocido.
Me di cuenta que en la mano derecha tenía el anillo inconfundible de mi padre. No pude llorar mi muerte, me sentía mejor.


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No pidas que las cosas lleguen como tú las deseas, sino deséalas tal como lleguen, y prosperarás siempre.
Epicteto

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