lunes, 19 de septiembre de 2011

Sergio Borao Llop

-Zaragoza, España-

Táctica


Durante siglos, se aplicaron a la quema indiscriminada de libros, laboriosa e inútilmente.
Más tarde cortarían la lengua a los vencidos, para que no pudiesen transmitir la filosofía de su raza a las generaciones venideras.
Prohibieron el ejercicio de las artes, enemigo mortal de la ignorancia.
Cansados de soluciones parciales e ineficaces, optaron por celebrar un congreso. Después de intensos debates, según cuentan las crónicas de la época, decidieron aplicar la estrategia del caballo de Troya.
Así, desde el oscuro palpitar de las entrañas, fueron asesinando la cultura.


Té para tres
(triángulo escaleno)

- Sé lo de Antonio - dijo Elena mientras removía el humeante líquido.
Roberto dejó la cucharilla sobre la mesa y se llevó la taza a los labios. No parecía sorprendido.
Sin apresurarse, quizá meditando una respuesta, apuró el té. Solía tomarlo así, muy caliente.
- ¿Te lo dijo él?
- Sí. Anoche.
Sólo al percibir la extraña mirada de su esposa, comprendió lo que se ocultaba tras sus palabras.
- No teníais que haberos molestado- dijo, señalando la taza vacía. - Yo también tengo una sorpresa.
Después de un largo silencio, añadió:
- Soy seropositivo.


Proyecto uno

Desconcertado, consultó otra vez los planos. Había revisado el proyecto de arriba a abajo un sinfín de veces sin encontrar el menor fallo en él. Sin embargo, ahora que ya todo estaba en marcha, no cabía la menor duda: Algo había salido mal, pero se le escapaba qué pudiera ser. Corregir el error se le antojaba imposible; la mera admisión del mismo resultaría nefasta para su carrera. Así las cosas, no vio más que una solución. Mandó llamar al subdirector. Al hablar, fue tajante:
- Hay que poner en marcha el plan B. De inmediato.
El subdirector asintió sumisamente, adoptó la forma de serpiente con la que el mundo habría de recordarle y partió a cumplir su misión.
Así fue como Eva y Adán creyeron ser expulsados de un paraíso que jamás existió. Para que la ilusión fuese perfecta, hizo falta sembrar la semilla de la culpa y la desconfianza en sus corazones vírgenes. Después, el escriba oficial, siguiendo al pie de la letra las instrucciones recibidas, según es costumbre en los escribas oficiales, redactó una edificante historia repleta de tentaciones y manzanas.


Veneno

Creedme: Es en verdad un mal valle, ése de la tristeza, para quedarse a vivir en él.
No hay, oídme bien, ni un solo árbol verdadero, ni un pájaro cuyo canto consiga despertar un destello de magia, ni siquiera un arroyo de aguas transparentes junto al que detener un momento nuestro arduo peregrinaje. Sólo encontraréis allí un exiguo manantial que destila un veneno lento, lentísimo, que el tiempo va inoculando gota a gota en las venas. Lo malo es cuando (a veces pasa, hay gente que le pasa, no pueden evitarlo, les pasa y es casi inconcebible y ojalá que nunca nunca nunca sepamos que se siente) el veneno se convierte en droga y te engancha y comprendes de repente que ya no hay vuelta atrás, y sientes que te estás muriendo -que eso te está matando- y al mismo tiempo sabes que tampoco podrías vivir fuera de ese lugar, porque en el exterior no existe nada respirable.
Yo conocí una mujer que contrajo esa enfermedad; estuve cerca, muy cerca de ella, tan cerca que fue imposible (lo supe desde el primer momento) evitar el contagio, imposible permanecer inmune a ese veneno, y también, -¡cómo olvidarlo!- imposible no amarla sin palabras, no morirse un poco en cada lágrima que manaba de sus ojos, no irse olvidando, poco a poco, de los caminos de retorno, de la posibilidad de retornar a cualquier parte, de la mera existencia de otro sitio que no fuera ese valle donde hasta el rumor del viento es una ausencia.


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Lo importante no es lo que hicieron de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con eso que hicieron de nosotros.
Jean Paul Sartre

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