-Las Parejas, Santa Fe, Argentina-
Zamba para Antonio
Llegar a su casa es ganarle al tiempo unas emociones
que empujan la tristeza y la muerte hasta los baldíos del olvido
Llegar a su casa es hallar en el revés del día
los misterios retaceados por la noche
Llegar a su casa es agrupar los corazones
y entregar las manos al juego colectivo del abrazo
La risa y la palabra señorean por un tiempo imposible de medir.
En esas profundas y grandes horas, el vino no falta:
¡Salud, Antonio, amigo del alma!
Hay una casa despierta
Entre todas las que duermen
Hay una música cierta
Donde el silencio se pierde.
Hay un amigo despierto
Entre todos los que duermen
Hay una mano que aprieta
Si la soledad te pierde.
Digo casa, digo amigo, digo tiempo y soledad
Nombro las cosas que quiero porque al nombrar
Voy disolviendo las penas que necesito cantar
Destape Antonio otro tinto, que ya está por aclarar.
Hay un verso emocionado
Una canción y una historia
Pal que llega siempre un plato
Pal que se va, la memoria.
Conversar y amar el tiempo
Humano de la esperanza
Cambiar el mundo y la vida
Cambiar dolor por confianza.
Fuegos
Aquel hombre que mi verso toca
ungiéndolo no
apenas nombrándolo
crujía como un viejo puente
se astillaba en las fibras de sus huesos
y nacía
permanente y blanco
en el disparo de luz del orden nuevo.
Búsqueda...
Buscaba el corazón del frío
el centro donde los hilos confluyen y se abrazan...
la intensidad de los colores y los días.
Pero también,
y ahí está el asunto
la dulzura secreta en la acidez de los limones
cierta suavidad espumosa en el fuego del ají.
Y perseguía en todo tiempo y noche
el silencio de las voces, el vacío en el grito.
Quería hallarse
encontrar el punto de partida de la historia
aunque supiera de antemano
que los continuos no se desmadejan.
En los viejos buscaba
restos de mandarinas que pelaron hace un siglo
y en los niños
las cortaduras
que el futuro pondrá, si es que puede,
en esas almas de hombres y mujeres sofocados de años,
tristes.
Buscaba donde no había
Mientras
iba hallando
voces, luz, palabras,
hermanas de sus miedos
carne de sus mismas soledades
Y así vivió, quién sabe…
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Injusticia es no dejar que un anciano hable sobre su vida.
Leandro Fernández de Moratín
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lunes, 19 de septiembre de 2011
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Bellos poemas Raúl, me identifico con ellos, besos, Gus.
ResponderEliminarMuchas gracias Gus querido
ResponderEliminarSaluditos y buenos deseos
Analía