-Buenos Aires, Argentina-
Dos por dos
Tiempo atrás conocí a Ángela María, compartimos la exposición de cuadros de Rudolf Von Crispen pintor cubista impresionista, en realidad claramente no se define la escuela a la que pertenece, digamos “confusionista”.
Sus obras reflejan criaturas extrañas, con ojos oblicuos.
Cristos, ángeles, nubes, en donde si prestás atención ves más elementos que en el todo.
¿Sabés? es poco conocido -me decía Ángela María. La gente le teme. Observar sus obras conlleva momentos extraños, insólitos.
Así de pronto nacen hombres alambre, el cubo y la perspectiva se funden, las hojas con bocetos corren con desenfreno.
Te asfixiás, no podés respirar. Las paredes llenas de cuadros están en una habitación de dos por dos, estirás las manos, el polvo acumulado en las telas, las paletas, los pomos. Asfixian.
De un marco abandonado cercano a una ventana con rejas, saltan hombrecitos de alambre cantan bailan comienzan a silbar canciones de ésas que hace tanta falta escuchar.
Dos de ellos deciden salir por la ventana corren por un prado imaginario hacia la puesta del sol que casi alcanzan. De rodillas y agotados esperan el momento culminante. Cuando creen que todo termina, cuando cambia el contraste del día y la noche aparece entre las estrellas una flor, la toman. Cuando las imágenes están desapareciendo sencillamente te das cuenta que la flor yace en las manos.
Busco a Ángela María, nos queremos abrazar pero el gesto en el espacio reducido es torpe, quedamos en una enorme tela sin pintar, nos deslizamos atravesamos el ventanal enrejado ¿a qué Universo accederemos? por desconocimiento ¿será algún lugar prohibido? Simplemente nos perdemos en la bruma entelada y sin enmarcar.
La anciana
La anciana llega con sus pasos torpes, escurridizos.
Vestida de negro, ese negro polvoriento por el paso del tiempo.
Con una pañoleta disimula su giba.
Alza una mano, sus piernas tiemblan. Rueda por un abismo que no posee nada, ni siquiera su rostro.
Percibe las uñas afiladas, la mordaza, los ahogos -las bestias no descansan- piensa. Vuelven a bramar si no consiguen lo esperado. Acechan.
No desalojan los espacios.
Su cuerpo, los otros cuerpos tiemblan, los encierran para siempre, por aquello que contemplaron, que soñaron…
La penumbra de la habitación lastima.
Las ventanas están clausuradas.
Nuevamente alza la mano, comienza a arañar el espacio…, el aire -ése que le falta -.
Busca la botella, la desvencijada mecedora, deja caer su gastado cuerpo.
Bebe. Sus ojos, sus manos, sus piernas entumecidas se hunden lentamente en el barro de los recuerdos.
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No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido.
Ludwig van Beethoven
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martes, 12 de enero de 2010
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Susana: Utilizas las palabras como pinceles. Cada relato es un cuadro de atmósfera perfecta. Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias Norma querida.
ResponderEliminarEs un gusto publicar los textos de Susana, excelente persona.
Mi abrazo para las dos.
Analía
Norma y Analia
ResponderEliminarLas palabras nos unen Gracias
Norma y Analia
ResponderEliminarLas palabras nos unen Gracias
Gracias querida Finita (sos Susana?).
ResponderEliminarMi cariño
Analía
Si Analia soy Susana , mi segundo nombre es Josefina
ResponderEliminarGracias por seguir uniendo los caminos de la PALABRA