-La Habana, Cuba-
La inextricable esencia del bien y del mal
- ¿Y... cómo te fue el día libre?
- Fui al barrio de las prostitutas... como estaba corto de tiempo, cansado de tanta parranda, abordé a la primera que se atravesó en mi camino y le hice la propuesta.
- Ajá... no omitas detalles, por favor.
- Me dio una lista de precios, asequibles a todos los gustos y bolsillos, que iban desde el amor griego hasta las últimas fantasías de moda, látigos láser y cámaras digitales incluidos.
- Vaya, ¡cómo anda el mundo!
- Le insistí en que sólo quería saber el precio de su alma. Me abofeteó, llamándome pervertido, y se marchó mascullando que su alma era de Dios.
- Mis caminos son cada vez más inescrutables - concluyó el Señor mientras sonaban las doce campanadas anunciantes del final del viernes santo.
ADN
Le correspondía analizar las increíbles muestras de ADN encontradas por la sonda espacial en una de las lunas de Júpiter.
El ordenador lo sorprendió, no sólo aquellas pautas correspondían a un ser humano, sino que coincidían con su propio ADN...
Comprobó una y otra vez, descartando cualquier posibilidad de contaminación.
Lo aparentemente imposible saltó a su vista: todo margen de fraude era descartable; aquel era su mapa personal, pero reflejaba a alguien veinte años mayor que su edad actual.
Sonrió.
El viaje en el tiempo era un sueño realizable y un día llegaría a las estrellas.
La cita
Salía de su cita con el cardiólogo, había sido dado de alta, a pesar de su reciente infarto del miocardio. “Usted va a vivir cien años”, había dicho el galeno y él, feliz, iba a celebrarlo con un paseo hasta el mirador.
Durante el viaje en taxi, disfrutó los aromas familiares, los parques, los viejos edificios, libre del peso que lo atenazó durante los últimos días.
En el telescopio había una extranjera, lo supo por la capa oscura y el sombrero que resguardaba su pálido rostro; sus conciudadanos vestían de colores vivos y dejaban la cabeza al descubierto, exhibiendo la piel morena por el sol.
Esperó con paciencia... La dama demoraba bastante y él estaba ansioso por saludar a su ciudad; en fin, bastaba asomarse a la baranda. Disfrutó contemplar la vida bullendo allá abajo, dejó la mente volar con fuerza renovada.
-¿Todo bien, Francisco? – le sorprendió la voz de la desconocida.
Se volteó, comprendiendo el porqué de su presencia.
-Pero, hoy... el médico dijo... – balbuceó.
-No confíes tanto en juicios de humanos – respondió ella con una sonrisa, dándole un leve empujoncito que lo hizo caer al vacío -, tu verdadera cita era conmigo.
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Cuando nada es cierto, todo es posible.
Margaret Drabble
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viernes, 25 de septiembre de 2009
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¡Marié! Qué alegría encontrar tus cuentos en la revista de Analía.
ResponderEliminarMe gusta esa atración del relato en pocas palabras, ni qué hablar de la buenísima ironía del tercer cuento. Fue un gusto leerte.
Un cálido abrazo
Betty
Muchas gracias Betty querida.
ResponderEliminarEs un gusto leer los cuentos de Marié, son cautivantes, están muy bien logrados.
Un abrazo y mi cariño
Analía