miércoles, 7 de noviembre de 2007

Enid Pereda Girón

El cuarto vacío

………………………………………………………………“El futuro está hecho del pasado”
………………………………………………………………………………………...Anatole France

El tren subterráneo, de la línea A, se detuvo en la estación Piedras. Levanté la vista del libro que estaba leyendo y dejé vagar la mirada por el andén, desierto a esa hora de la tarde. De pronto, como atraídos por una extraña fuerza, mis ojos se detuvieron sobre una gran vidriera que simulaba ser, con sus cortinas recogidas, el ventanal de una alcoba matrimonial. En su interior se exhibía un juego de dormitorio estilo inglés. El lecho estaba cubierto con un cobertor del mismo color que las cortinas. Todo en él reunía belleza y elegancia. Sin saber porqué, me pregunté a quién podía pertenecer.
De pronto sentí que una rara emoción oprimía mi garganta mientras una nostálgica sensación de reconocimiento me embargaba. Poco a poco, todo se fue desdibujando de mi vista y ante mis ojos apareció una escena inesperada: acostada en el lecho había una mujer, extrañamente parecida a mí, que miraba con adoración a la pequeña criatura que reposaba a su lado. De pie, junto a la cama, un hombre las contemplaba con infinita ternura.
La brusca sacudida del tren, al arrancar, me devolvió a la realidad. Desconcertada me pregunté qué significaba esa escena familiar que parecía arrancada del pasado y que yo creí entrever, en el breve tiempo que el tren estuvo detenido en la estación.
Casi sin darme cuenta, repasé la historia de mi vida. Soy una mujer de treinta años, soltera, doctorada en filosofía, única hija de un matrimonio que, al recibirme en la medianía de sus vidas, me colmó de dedicación y cariño. Nada hay de secreto o extraño en mi pasado, no que yo sepa o recuerde.
Llegamos a Plaza de Mayo; a medida que subía por las escaleras, mis pensamientos se fueron centrando en los trámites que debía realizar.
Esa noche, durante la cena, comenté con mis padres el inexplicable suceso que viví esa tarde. El ruido que produjo, al caer sobre la mesa, el plato que sostenía mi madre, hizo que le preguntara sorprendida:
-¿Qué te sucede, mamá?
-Nada, hija, sin querer me quemé con el plato, por eso lo solté. Tranquilízate, no es nada.
La cena concluyó, en apariencia, similar a otras a las que estamos habituados, pero una indefinible sensación de inquietud quedó flotando en el aire.
Días más tarde, decidí bajarme en la estación Piedras y acercarme a mirar, nuevamente, los muebles que estaban en exhibición, en la vidriera que simulaba ser la ventana de una alcoba. Cuando me detuve ante ella, encontré un cuarto vacío y un cartel que decía: “J. J. Martínez, Anticuario”. Vidriera en preparación.
Mientras me alejaba por el andén sentí, íntimamente, que acababa de perder un pasaje de mi vida que desconocía, pero también supe que sería en vano que intentara recuperarlo.

Enid Pereda Girón – Buenos Aires

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Toda dificultad eludida se convertirá más tarde en un fantasma que perturbará nuestro reposo.
Frédéric Chopin


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