viernes, 25 de septiembre de 2009

Sergio Borao Llop

-Zaragoza, España-

Blanca


Me ocurrió algo extraño.
En mi bandeja de entrada apareció un correo que me llamó la atención.
Procedí a examinarlo. Decía: “Acabo de leer algo tuyo y te he reconocido. Nunca nos hemos visto, pero hace tiempo que te andaba buscando.” Venía firmado por Blanca.
Como es natural, el escueto mensaje despertó mi curiosidad. Previsiblemente, respondí: “También yo te espero hace tiempo.”
Su respuesta llegó al día siguiente: Un lugar y una hora. Era muy lejos, tuve que conducir toda la noche.
Cuando llegué al sitio, ella ya estaba allí. Un insignificante error de latitud nos separaba: Yo me hallaba arriba del acantilado; ella, magnífica, aguardaba abajo, entre las olas que rompían obstinadamente contra las rocas. Volé a su encuentro.


En días como hoy

En días como hoy, la verdadera dificultad estriba en levantarse de la cama.
Desayunar, ducharse, fumar un último cigarrillo, recibir la visita de un cura desconocido, dejarse conducir mansamente hasta el patíbulo, apenas son protocolos insignificantes.


Moebiana

Para verificar que venía siguiéndome, ensayé itinerarios imposibles. Así, ejecutamos con precisión idénticos vaivenes, idénticas elipses, recortes y tirabuzones. Recorrimos extraños vericuetos, laberintos y desiertos. Inventamos rutas, estaciones y nombres de ciudades.
Como era previsible, nos perdimos; y lo que es peor: Después de tantas vueltas inútiles ya ni siquiera sabemos quién es el perseguido y quién el perseguidor, ni qué motivó esta situación, ni adónde nos dirigimos.

...........*Moebiana. De Moebius. La banda o anillo de Moebius es una superficie de un sólo lado, donde envés y revés son la misma cosa.


Cine

Cuando entran en contacto el ojo del espectador y la imagen, se produce una combustión.
Al terminar la película, algunos arrojan las cenizas al mar.
Otros las atesoran en una urna, para resguardarlas del olvido.
El sabio escoge unas pocas y esparce el resto.
Ajeno a ese trajín, el caminante aspira el humo y retoma el sendero.


Sombras

¿No veis, de vez en cuando, alguna sombra que cruza?
Sombras, sí, sombras que deambulan a nuestro alrededor; sombras sin nadie que acaso sólo tratan de atraer nuestra atención para evadirse siquiera un instante a su funesta condición de espectros dolientes, o esas otras, violadas por los dioses de la decepción, que intentan rozarnos en su ciego tránsito para arrastrarnos a ese mundo suyo de irrealidades, o de realidades intangibles que nunca seríamos capaces de comprender. Pero en todo caso, sombras que habitan entre nosotros sin desvelar su naturaleza, su nombre, su cifra; sombras que nos conocen y escuchan los latidos de nuestros corazones, que en las noches insomnes se acurrucan en los rincones; sombras que sólo toman cuerpo entre los pliegues del sueño o en los incomprensibles recovecos del tiempo... Sombras que acaso sólo estén mirándose en el espejo de nuestra inconsistencia, sombras como nosotros, fugaces sombras que apenas existimos...


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Me encerré en la soledad. Fue una clausura dura en la que vivía. Decían de mí que soy orgulloso. Pero no es verdad, me entendían mal. La soledad es para mí una condición del trabajo.
Vladimir Holan

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