domingo, 12 de marzo de 2023

Annabella Rinaldi

¡Feliz cumpleaños! 

Es lo que dijo su esposo cuando esa tarde, abrió la puerta de la casa, de regreso del trabajo. 
No la besó, no estaba en sus modos, ni para aniversarios, como tampoco era su costumbre hacer regalos, pero en esa ocasión traía un paquete en la mano izquierda. Por afuera tenía la apariencia de cualquier presente, la bolsita con colores atrayentes y el moñito de cinta enrulada de color rojo intenso. Pero adentro había otra bolsa, distinta, de papel madera, cerrada con cinta adhesiva. 
Yosef… -lo nombró en voz baja Mary. Las armas las carga el diablo. Su semblante palideció hasta llegar a parecer cadavérico. El nene… -balbuceó. 
No te preocupes -le dijo el esposo, confiado. Está descargada y es para que te defiendas. Lo hago para protegerte.
Está el nene en su dormitorio -insistió Mary. Que no se entere, ¡guárdala de una vez! Pese a la súplica, Yosef la dejó dentro del paquete, sobre la cómoda pesada de algarrobo ubicada entre la puerta y el cuadro pintado al óleo por su propia esposa con la imagen de la Sagrada Familia Cristiana. Al apoyarlo, levantó la vista y vio en el espejo el brillo de los ojos hundidos y ojerosos. 
La sopa de cabellos de ángel estaba sobre el fuego, terminando de calentarse, aromatizando el ambiente como en toda familia. El pan sobre la tostadora, comenzaba a quemarse. Eso siempre irritaba a su esposo. Raudamente Mary acudió a la cocina. 
Comieron en silencio. Cuando Yosef no decía palabra no estaba permitido sacarlo de ese estado de ensimismamiento, desentendido del mundo exterior. Al finalizar la comida se levantó de la mesa y se retiró dejándole a ella los platos para la limpieza. Pero en el acto rompió el silencio: Deberías estar agradecida -sentenció. 
Después de hacer las tareas domésticas, Mary se aprestó para ir a descansar. Antes pasó por el cuarto de su hijo que ya estaba plácidamente dormido. Le dio un amoroso beso en la frente. Lo arropó. Buenas noches -le dijo, sin que éste escuchara.
Su esposo se encontraba esperándola sentado en la cama dentro de las sábanas. Entonces, con una sonrisa en los labios. Ella colgó en el perchero su bata color rubí, como el camisón que llevaba puesto, junto a los pantalones de él, doblados prolijamente en varias partes. Se acostó dándole la espalda. 
Mary, ¿no vas a estrenar tu regalo de cumpleaños? 
Mary se dio vuelta, lo miró e incorporó en la cama. 
Él ya tenía el arma en la mano. Con destreza apuntó a la puerta y disparó. Sin impactar bala alguna, tal como se esperaba. 
Ahora vos… yo te sostengo… El disparo fue dirigido entonces, hacia el televisor. 
Afuera la noche estaba serena y cálida. La luna en cuarto menguante iluminaba ayudada por el limpio cielo coronado con algunas estrellas diamantinas, plasmando las sombras sobre la tierra oscura. 
La quietud del escenario fue interrumpida desde adentro, por un brutal estruendo génesis del resplandor enceguecedor. 
Los pájaros que estaban reposando en las ramas de los frondosos árboles, volaron espantados, y los ladridos furiosos de los perros no tardaron en llegar. Instantes después, se escuchó el grito y el llanto desgarrador de un niño. 


Del libro de la autora: Recortes de un diario robado 
Annabella Rinaldi 
Neuquén Capital, Patagonia, Argentina

4 comentarios:

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