Mientras preparo el café
salen del vapor los abuelos
bajando por la escalera del Città di Roma
a principios del siglo XX, al puerto de una ciudad
que imaginan maravillosa.
Los que bajan son dos adolescentes y sus sueños
como mamuskas, tienen dentro suyo otros tantos
todos contenidos por el gran sueño
el sueño de amor.
Sentados a la mesa de la cocina
María Grazia junto a Romano
me dictan un poema
que desaparece al mismo tiempo
que el vapor de la cafetera.
Postales en la calle
Caminando sin destino, encontré cuatro postales tiradas en la calle: El faro de dos luces de Hopper era una, un retrato de la Madre Teresa de Calcuta dedicada a una profesora, otra del escritorio de Neruda en Selva Negra y la última reproducía una foto de pisos de madera, una propaganda del 67 de una fábrica que ya no existe.
Muy viejas y frágiles todas. Las agarré y me senté en un banco de la plaza 1º de Mayo, me sentí un ángel caído.
Cerca mío, una viejita que parecía mi mamá, leía sola en otro banco. Me puse un poco triste.
Me levanté para irme y se puso a llover.
* * *
Medianoche en la plaza de los sueños
Me senté en el banco de la plaza, como todas las noches
a pensar un poema, mirar las estrellas y esperar una especie
de iluminación, un relámpago en la mente que me ayude.
Cerca de mí, un pelirrojo observaba los árboles y el cielo estrellado
y su pincel se deslizaba sobre el lienzo con rapidez
temiendo tal vez que ambas cosas desapareciesen
o cambiasen de forma.
Junto a él, un hombre de mirada perdida
pensativo sostenía un cuaderno en sus manos.
El artista pensaba que si no pintaba se moría
el hombre a su lado, que escribiendo postergaba su muerte.
Guarda su lienzo, apaga las velas encendidas
y al rato desaparece por la gran avenida
poco tiempo después quien se marcha soy yo
sin haber logrado escribir una línea.
El pintor es el eterno
el de la noche estrellada y los cipreses deformados, retorcidos
el poeta, quizás nosotros
y esta noche le ganemos a la muerte.
Los perros del mal
a los que escapan de los perros de Lutero
Desde aquella mañana, en que escuché al pastor de mi credo
subido a los hombros de mi tío Artemio
quien sólo concurría por la comida y bebida
servida después de la misa, no pude olvidar jamás
la cita a los perros que poseía Lutero.
“Tengo tres perros peligrosos:
la ingratitud, la soberbia y la envidia
cuando muerden dejan una herida profunda”.
Los perros de Lutero se soltaron, se atacaron entre sí
transformados en monstruos mordieron a mi tío
a algunos otros que no pudieron huir
y todos terminaron convertidos en lobos con piel de cordero.
Cinco décadas después sigo escapando y me escondo
antes que uno de ellos me de alcance.
Últimos dos poemas de su libro: Medianoche en la plaza de los sueños. Editorial Leviatán (2021)
Andrés Bohoslavsky
"La Cafetera Italiana!...tiene, adentro contenida...el gran sueño de amor..."
ResponderEliminarFrase que hizo, memoria a un tiempo de ella.
Gracias por el recuerdo.
¿Qué decir de los poemas de Andrés Bohoslavsky que ya no haya dicho? A riesgo de ser redundante, insisto en que se trata de una voz rica y singular. Admiro profundamente esa capacidad, tan exclusiva, que le permite fusionar personajes y tiempos para ensamblar con maestría lo onírico y la realidad.
ResponderEliminarGracias por traerlo, Analía. Gracias, Andrés, por ofrecernos tanta calidad.
Belleza en estado puro. Sin artificios.
EliminarPatricia de Boedo
Gloria Liliana, Lina, Patricia:
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros conceptos.
Mi abrazo