domingo, 13 de marzo de 2022

Andrés Bohoslavsky

La cafetera italiana 

Mientras preparo el café 
salen del vapor los abuelos 
bajando por la escalera del Città di Roma 
a principios del siglo XX, al puerto de una ciudad 
que imaginan maravillosa. 

Los que bajan son dos adolescentes y sus sueños 
como mamuskas, tienen dentro suyo otros tantos 
todos contenidos por el gran sueño 
el sueño de amor. 

Sentados a la mesa de la cocina 
María Grazia junto a Romano 
me dictan un poema 
que desaparece al mismo tiempo 
que el vapor de la cafetera. 


Postales en la calle 

Caminando sin destino, encontré cuatro postales tiradas en la calle: El faro de dos luces de Hopper era una, un retrato de la Madre Teresa de Calcuta dedicada a una profesora, otra del escritorio de Neruda en Selva Negra y la última reproducía una foto de pisos de madera, una propaganda del 67 de una fábrica que ya no existe. 
Muy viejas y frágiles todas. Las agarré y me senté en un banco de la plaza 1º de Mayo, me sentí un ángel caído. 
Cerca mío, una viejita que parecía mi mamá, leía sola en otro banco. Me puse un poco triste. 
Me levanté para irme y se puso a llover. 


                  * * * 

Medianoche en la plaza de los sueños 

Me senté en el banco de la plaza, como todas las noches 
a pensar un poema, mirar las estrellas y esperar una especie 
de iluminación, un relámpago en la mente que me ayude. 

Cerca de mí, un pelirrojo observaba los árboles y el cielo estrellado 
y su pincel se deslizaba sobre el lienzo con rapidez 
temiendo tal vez que ambas cosas desapareciesen 
o cambiasen de forma.

Junto a él, un hombre de mirada perdida 
pensativo sostenía un cuaderno en sus manos. 

El artista pensaba que si no pintaba se moría 
el hombre a su lado, que escribiendo postergaba su muerte. 

Guarda su lienzo, apaga las velas encendidas 
y al rato desaparece por la gran avenida 
poco tiempo después quien se marcha soy yo 
sin haber logrado escribir una línea. 

El pintor es el eterno 
el de la noche estrellada y los cipreses deformados, retorcidos 
el poeta, quizás nosotros 
y esta noche le ganemos a la muerte. 


Los perros del mal 

                              a los que escapan de los perros de Lutero 

Desde aquella mañana, en que escuché al pastor de mi credo 
subido a los hombros de mi tío Artemio
quien sólo concurría por la comida y bebida 
servida después de la misa, no pude olvidar jamás 
la cita a los perros que poseía Lutero. 

“Tengo tres perros peligrosos: 
la ingratitud, la soberbia y la envidia 
cuando muerden dejan una herida profunda”. 

Los perros de Lutero se soltaron, se atacaron entre sí
transformados en monstruos mordieron a mi tío
a algunos otros que no pudieron huir 
y todos terminaron convertidos en lobos con piel de cordero. 

Cinco décadas después sigo escapando y me escondo 
antes que uno de ellos me de alcance. 


Últimos dos poemas de su libro: Medianoche en la plaza de los sueños. Editorial Leviatán (2021)
Andrés Bohoslavsky 


4 comentarios:

  1. "La Cafetera Italiana!...tiene, adentro contenida...el gran sueño de amor..."
    Frase que hizo, memoria a un tiempo de ella.
    Gracias por el recuerdo.

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  2. ¿Qué decir de los poemas de Andrés Bohoslavsky que ya no haya dicho? A riesgo de ser redundante, insisto en que se trata de una voz rica y singular. Admiro profundamente esa capacidad, tan exclusiva, que le permite fusionar personajes y tiempos para ensamblar con maestría lo onírico y la realidad.
    Gracias por traerlo, Analía. Gracias, Andrés, por ofrecernos tanta calidad.

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    Respuestas
    1. Belleza en estado puro. Sin artificios.
      Patricia de Boedo

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  3. Gloria Liliana, Lina, Patricia:
    Muchas gracias por vuestros conceptos.
    Mi abrazo

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