Hay tanta piel herida,
tanta llaga flotando en el silencio.
Pero siempre habrá tiempo
de recoger los restos del naufragio,
reconocer la luz del laberinto.
* * *
La casa de mi infancia
albergaba en sus patios
el eterno silencio
que poblaba mis tardes.
Mi sueño de muchacho
se ocultaba en sus sombras.
* * *
Cabe una eternidad
en esta lluvia que se quiebra en mis manos,
que se hunde por el hueco en las raíces
crujientes de la savia.
Se desliza con su eterno ritual
hacia la ardiente angustia de la piedra.
Lleva el perfume azul de las magnolias
aroma de las vides,
y no sabe que habrá de regresar,
por la simiente
por el árbol que espera
por la hierba.
* * *
La calle sigue igual
y las esquinas no registran ausencias.
El poema atraviesa sus propias soledades.
Y los tilos redimen los recuerdos.
Últimos tres poemas pertenecen al libro del autor: Toda la luz y un día, 2016. Tomados de:
https://www.tuertorey.com.ar/php/autores.php?idAutor=372
Luis Edgardo Soulé
La Plata, Buenos Aires, Argentina
Hermosas imágenes que evocan recuerdos lejanos. Gracias.
ResponderEliminarMaría Cristina Berçaitz
Muchas gracias Cristina.
EliminarCariños
Es un gusto leer estos poemas tan entrañables, tan poblados de recuerdos, son preciosos.
ResponderEliminarGracias por tus apreciaciones, Lina.
EliminarCariños