viernes, 25 de febrero de 2022

María José Calatayud Ponce de León

Olor a sal 

Tengo miedo de ese tiempo 
que duerme en los tejados, 
de esa garúa que ni siquiera es lágrima; 
de tantos y tantos compases sin sentido 
que tocan de revés hoy las campanas. 

Y de soñar que el día es un cangrejo 
tejiendo para atrás las soledades 
y cubriendo de arena las pupilas 
para no presentir amaneceres.

Hoy sé que detrás de las nubes está el mar 
esperando que lluevan los albatros 
que picotean la espuma de las olas 
y respiran el azul entrecortado 
entre el cielo y la tierra de mi aliento.

Me queda el miedo con olor a sal 
en el rompiente sin voz de la resaca. 
Y en la profundidad de las tormentas 
recojo en oración mis pensamientos 
frente al ocaso que se derrama inerte 
dejándose una huella entre mis manos.
 
Y ya no sé si me voy o si regreso
por una esfera sin tictac de luna, 
donde perdidas saetas de silencio 
preguntan si es creciente lo que marcan. 

Y tengo miedo de la luz que encuadra 
el dintel infinito de la ausencia, 
porque su resplandor se esconde sin permiso 
en un rincón latente de mi pulso. 

Por la puerta que entreabren las auroras 
se deslizan las sombras conocidas, 
mientras golpea una elipsis los cristales 
y la garúa se redime en lágrimas. 


Libélulas sin luz 

Para olvidar el cansancio 
quise ser como la lágrima nocturna 
de una libélula. 

Observo su vuelo 
desde ninguna parte 
hacia el círculo perfecto 
que guarda una farola consentida, 
en una danza sin rumbo y sin acento, 
hasta ese espacio de ilusorio calor. 

Choca el ala con la sombra más triste de la luz 
y nadie puede escuchar el quejido 
que emite mi párpado abierto. 
Solo esa libélula parece comprenderme 
con su lágrima de permanente espera.

La fila de oscuras siluetas 
de figuras sin rostro, 
que en esta noche parece inacabable, 
se balancea nerviosa. 

La espera en la parada se termina 
y siento ese sonar de motor en la cintura 
que ciñe mi pequeño universo 
encerrado entre cuerpos extraños. 
La libélula se quemó en la luz 
y yo dejé en la fila 
un poco sin sentido de mi tiempo, 
bajo la débil redondez de una farola. 

Pliego las alas y el autobús me lleva, 
seguirá de parada en parada, 
recogiendo libélulas sin luces,
con su runrún monótono. 


Del poemario de la autora: Sol de Agosto. Editorial Poiesis, 2019 
María José Calatayud Ponce de León 
Costa Rica

6 comentarios:

  1. Muy bellos poemas, María José. Bellas imágenes, magnífica estructura. Las metáforas lo envuelven a uno en un profundo mundo de emociones. Magnífico.

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  2. Emocionante; Huele a cristales, los versos: "Me queda el miedo con olor a sal...dejándose una huella entre mis manos"

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  3. Hermoso poema, bellas imágenes con aroma a lluvia.
    María Cristina Berçaitz

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  4. Isabel, Gloria Liliana y Cristina:
    Muchas gracias.
    Mi abrazo

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  5. Dos hermoso poemas, trémulos, plenos de sensaciones y de imágenes. Abrazos.

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