con plancha de carbón
sobre el cemento de la valla de su casa.
Dentro unos colchones viejos
como único mobiliario.
Al día siguiente tenía clase.
Va al colegio religioso.
Es una buena alumna.
Es una buena hija.
Su madre quiere que estudie.
Como cualquier padre o madre.
Se tendrá que ir a otro país a la universidad.
Su madre tendrá que pagar los gastos.
Aún no sabe cómo lo hará.
Pero quiere que estudie
para ser médico o profesora.
No quiere que venda palomitas.
No quiere que haga tortas de barro
para comer, para vender.
* * *
El sustento buscando
entre los pocos restos desperdiciados,
entre las barcas, las aguas cenagosas y
las casas en ruinas,
los animales olvidados.
Famélicos, sin vacunar, llenos de parásitos...
Los plásticos y los papeles invasores
como los exuberantes paisajes donde yacen.
Recipientes y bolsas volando en las arenas blancas,
orillando las aguas cristalinas,
donde las estrellas y las caracolas
gritan desconsoladas.
Las ahoga la basura acumulada.
La inmundicia aplasta el paraíso.
* * *
Un domingo.
Día de colada.
Ropas de mil colores.
Árboles poderosos.
Cuerdas entrelazadas.
Baños en las acequias.
El jabón los hacía blancos.
Cocinaban en la hoguera.
Los caldos insustanciales.
Las familias apiñadas.
Nos miraban, saludaban.
Nos perseguían.
Irradiaban alegría.
Yo les tenía envidia,
a veces.
Poemas del libro de la autora: Entre Dominica y Haití
Áurea López Quiles
Alicante, España
muy lindos, gracias
ResponderEliminarTriste realidad plasmada con la palabra justa.
ResponderEliminarMaría Cristina Berçaitz
Muchas gracias, Ida y Cristina.
ResponderEliminarMi abrazo
Tremendos poemas, Analía! Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Lina.
EliminarMi abrazo