domingo, 5 de abril de 2020

Enrique Anaut


Darse cuenta

Fue un ídolo. Lo tuvo todo. Fama, dinero, amigos ocasionales que reemplazaron a los verdaderos. Subió desde muy abajo, hasta lo más alto. Cuando la fama lo abandonó, recién se dio cuenta, y volvió a sus orígenes. Su experiencia le sirve ahora para aconsejar a sus jóvenes discípulos. Lo que perdió fue lo mejor que ganó en la vida.


Diversión

No me dejan divertirme. Me apasiona el juego. Me gusta. Pero así no. En el potrero era mejor, con mis amigos. Así no. Porqué tanta exigencia si todavía somos chicos. Parece que solo sirve ganar, o ganar. Así no me gusta.


Los ruidos de mi ciudad

Cómo han cambiado. Antes las risas de los chicos jugando en la rambla, o en el potrero. Sana diversión. Las sirenas de las fábricas a las 12 del mediodía. La armónica del afilador, o las orquestas de los bailes sabatinos. Hoy las motos a toda velocidad, la sirena de bomberos, de la ambulancia, o del patrullero policial persiguiendo un delincuente, o la alarma de un auto, negocio o casa de familia. Me gustaban más aquellos ruidos.


Por siempre, para siempre

Pocos lo entendían. La mayoría le aconsejaba. Tenés derecho a rehacer tu vida. Él estaba solo, sin ella, pero rodeado de una buena familia y de buenos recuerdos. A él le alcanzaba para vivir feliz. A los que cambian, cambian y prueban, ¿les alcanzará?


Enrique Anaut
Trenque Lauquen, Buenos Aires, Argentina

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