Darse cuenta
Fue
un ídolo. Lo tuvo todo. Fama, dinero, amigos ocasionales que reemplazaron a los
verdaderos. Subió desde muy abajo, hasta lo más alto. Cuando la fama lo
abandonó, recién se dio cuenta, y volvió a sus orígenes. Su experiencia le
sirve ahora para aconsejar a sus jóvenes discípulos. Lo que perdió fue lo mejor
que ganó en la vida.
Diversión
No me
dejan divertirme. Me apasiona el juego. Me gusta. Pero así no. En el potrero
era mejor, con mis amigos. Así no. Porqué tanta exigencia si todavía somos
chicos. Parece que solo sirve ganar, o ganar. Así no me gusta.
Los ruidos de mi ciudad
Cómo
han cambiado. Antes las risas de los chicos jugando en la rambla, o en el
potrero. Sana diversión. Las sirenas de las fábricas a las 12 del mediodía. La
armónica del afilador, o las orquestas de los bailes sabatinos. Hoy las motos a
toda velocidad, la sirena de bomberos, de la ambulancia, o del patrullero
policial persiguiendo un delincuente, o la alarma de un auto, negocio o casa de
familia. Me gustaban más aquellos ruidos.
Por siempre, para siempre
Pocos
lo entendían. La mayoría le aconsejaba. Tenés derecho a rehacer tu vida. Él
estaba solo, sin ella, pero rodeado de una buena familia y de buenos recuerdos.
A él le alcanzaba para vivir feliz. A los que cambian, cambian y prueban, ¿les
alcanzará?
Enrique Anaut
Trenque Lauquen, Buenos Aires, Argentina
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