domingo, 22 de marzo de 2020

Silvia Susana Rivera


El abuelo Saturnino

El día que lo iban a matar, Saturnino Rivera se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en el que llegaba el obispo. Venía a bendecir las armas, confesar a los rebeldes, darles los santos óleos, rediman sus pecados y continuar su viaje hacia América.
Saturnino había tenido un sueño dulce y tranquilo. Su mente estaba relajada. Había llegado el día tan esperado. Del otro lado del muro, su compañero de calabozo, dio tres golpes secos y uno cortado. Durante el tiempo del encierro habían establecido una amistad. En el muro que los separaba había un hueco pequeño por donde se enviaban mensajes. De esta forma planificaron la fuga.
Llamó al guardia. Este se acercó a su celda. Santiago con los grilletes de sus manos, lo ahorcó y le quitó las llaves. Fue a la celda de al lado y liberó a su amigo. Corrieron hacia el puerto. Se tiraron al agua y subieron al buque del prelado. Como Jonás, se escondieron en la bodega del barco y emprendieron viaje junto con aquél que no pudo cumplir con su mandato divino.
Es así, que hoy puedo contar la historia de mi abuelo Saturnino Rivera.


Silvia Susana Rivera
Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina

5 comentarios:

  1. Una mezcla del Conde de Montecristo y la Biblia, nos queda por saber cómo le fue a ese abuelo con historial tan fuerte.

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    1. Siempre agradecida por tus conceptos, Haidé.
      Mi abrazo y mis mejores deseos
      Analía

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    2. Ese abuelo trascendió en la historia a través de sus ideales en mi hermano que no tuvo la misma suerte. No pudo escapar.

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  2. Respuestas
    1. Gracias por tu lectura, Beatriz.
      Mis mejores deseos en tu vida
      Analía

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Analía Pascaner