El abuelo Saturnino
El
día que lo iban a matar, Saturnino Rivera se levantó a las 5.30 de la mañana
para esperar el buque en el que llegaba el obispo. Venía a bendecir las armas,
confesar a los rebeldes, darles los santos óleos, rediman sus pecados y
continuar su viaje hacia América.
Saturnino
había tenido un sueño dulce y tranquilo. Su mente estaba relajada. Había
llegado el día tan esperado. Del otro lado del muro, su compañero de calabozo,
dio tres golpes secos y uno cortado. Durante el tiempo del encierro habían
establecido una amistad. En el muro que los separaba había un hueco pequeño por
donde se enviaban mensajes. De esta forma planificaron la fuga.
Llamó
al guardia. Este se acercó a su celda. Santiago con los grilletes de sus manos,
lo ahorcó y le quitó las llaves. Fue a la celda de al lado y liberó a su amigo.
Corrieron hacia el puerto. Se tiraron al agua y subieron al buque del prelado.
Como Jonás, se escondieron en la bodega del barco y emprendieron viaje junto
con aquél que no pudo cumplir con su mandato divino.
Es
así, que hoy puedo contar la historia de mi abuelo Saturnino Rivera.
Silvia Susana Rivera
Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina
Una mezcla del Conde de Montecristo y la Biblia, nos queda por saber cómo le fue a ese abuelo con historial tan fuerte.
ResponderEliminarSiempre agradecida por tus conceptos, Haidé.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos
Analía
Ese abuelo trascendió en la historia a través de sus ideales en mi hermano que no tuvo la misma suerte. No pudo escapar.
EliminarMe gustó mucho
ResponderEliminarGracias por tu lectura, Beatriz.
EliminarMis mejores deseos en tu vida
Analía