viernes, 26 de julio de 2019

Juan Carlos Miranda


3. Iridiscente
Rodeado de un círculo dorado, el espejo mantenía la escena inmóvil, como si en su ojo fuera eterna…
La máquina de escribir es un cuerpo destruido por el cuerpo lumínico de Neville, las páginas recrean el autorretrato de la luz equidistante. El mar perfora la sombra de las letras, detrás del escenario sin dimensiones habita una mujer giganta como la ola de la danza invernal.
Ecos diluidos en el vacío de la música. Fosforescente líquido el aguaje profundo de la osamenta que baila en el destierro de luz y sombra. Qué es el mar. Quién es el naufragio. Cómo se puede bailar bajo el agua oscura del desierto.
Tridente lastima la superficie dorada de la ola. Soy la ola que inunda la esfera.
Te espero desde el humo de tu cigarro enloquecido.
/Luis decolora la voz de Neville.
Penetro esa gota de sangre que flota sobre la colina, la herida que se abre ante nuestros ojos como un espantapájaros que traga nidos y enjambres de moscas, el rastreo del zumbido sobre la hierba dorada, exhausta, sus pasos lánguidos, inconformes, esquivos, la gran bestia que mira patear todo esto es la poesía dice Luis con voz de usurero en el diván de un hotel de mala muerte, con su mordida tritura la tristeza de saber que las palabras carecen de tiempo, ritmo y espacio, que las herramientas del actor ya no son cuerpo, voz y metáfora, que la cuarta pared se derrumba en la nada, y que todo intento de soslayar este orden programático de desordenar la gravedad de los objetos en la mínima longitud del verso, eres ola o río, canto o grito, sucesión o finitud, por que al adentrarme en el espiral humeante de tu sangre, consigo que todas tus arterias, me atraviesen, acordonen el espacio fugitivo de un suelo que se abre para mostrarme el lado oscuro del reflejo, vibración de pasos andando por dentro, cerrando el pecho como una cavidad donde entrar significa salir desnudo y sin alma. La gran bestia no se asusta con nada, la melancolía es su planeta, la gran explosión su aliada, la fuga de pensamientos su distracción. Neville abandona la piscina roja, las palabras que son bañistas solitarios, flotantes rocas para una red que no puede atrapar a la gran bestia, la hoz, las tinieblas…la poesía.

Fragmento de la obra del autor: Las Olas: Poética en danza fragmentada. Tres escenas: 1. El Faro; 2. Naufragio Escarlata; 3. Iridiscente.

Juan Carlos Miranda
Quito, Ecuador

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