3. Iridiscente
Rodeado
de un círculo dorado, el espejo mantenía la escena inmóvil, como si en su ojo
fuera eterna…
La
máquina de escribir es un cuerpo destruido por el cuerpo lumínico de Neville,
las páginas recrean el autorretrato de la luz equidistante. El mar perfora la
sombra de las letras, detrás del escenario sin dimensiones habita una mujer
giganta como la ola de la danza invernal.
Ecos
diluidos en el vacío de la música. Fosforescente líquido el aguaje profundo de
la osamenta que baila en el destierro de luz y sombra. Qué es el mar. Quién es
el naufragio. Cómo se puede bailar bajo el agua oscura del desierto.
Tridente
lastima la superficie dorada de la ola. Soy la ola que inunda la esfera.
Te
espero desde el humo de tu cigarro enloquecido.
/Luis
decolora la voz de Neville.
Penetro
esa gota de sangre que flota sobre la colina, la herida que se abre ante
nuestros ojos como un espantapájaros que traga nidos y enjambres de moscas, el
rastreo del zumbido sobre la hierba dorada, exhausta, sus pasos lánguidos,
inconformes, esquivos, la gran bestia que mira patear todo esto es la poesía
dice Luis con voz de usurero en el diván de un hotel de mala muerte, con su
mordida tritura la tristeza de saber que las palabras carecen de tiempo, ritmo
y espacio, que las herramientas del actor ya no son cuerpo, voz y metáfora, que
la cuarta pared se derrumba en la nada, y que todo intento de soslayar este
orden programático de desordenar la gravedad de los objetos en la mínima
longitud del verso, eres ola o río, canto o grito, sucesión o finitud, por que
al adentrarme en el espiral humeante de tu sangre, consigo que todas tus
arterias, me atraviesen, acordonen el espacio fugitivo de un suelo que se abre
para mostrarme el lado oscuro del reflejo, vibración de pasos andando por
dentro, cerrando el pecho como una cavidad donde entrar significa salir desnudo
y sin alma. La gran bestia no se asusta con nada, la melancolía es su planeta,
la gran explosión su aliada, la fuga de pensamientos su distracción. Neville
abandona la piscina roja, las palabras que son bañistas solitarios, flotantes
rocas para una red que no puede atrapar a la gran bestia, la hoz, las
tinieblas…la poesía.
Fragmento
de la obra del autor: Las Olas: Poética
en danza fragmentada. Tres escenas: 1. El Faro; 2. Naufragio Escarlata;
3. Iridiscente.
Juan Carlos Miranda
Quito, Ecuador
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