Un suspiro en la mañana
Se
acercó a la ventana y miró al horizonte. Las bellas montañas bostezaban y se
deshacían de las pertinaces nubes que las habían cubierto durante la noche. Un
ligero rayo solar las inundaba, devolviéndoles la alegría diurna que se produce
en los amaneceres.
Había
pasado toda la noche cuidando a su hermana, la pequeña de cinco hermanos que
tuvo su madre en 10 años. Su hermana la pequeña, ella la mayor y tres varones
en medio. El último parto de la madre fue doloroso y quedó afectada en su
salud, lo que hizo que Elsa supliera a su madre en los trabajos del hogar y en
el cuidado de su hermana.
De
momento tuvo la impresión de que nada había cambiado en los últimos veinte
años. Su madre murió unos años después de que viniera al mundo Rosa, la
pequeña, los hermanos habían salido del pueblo en busca de trabajo y no habían
vuelto más.
Recorrió
toda la casa, por la cocina se salía al patio con varios metros de asfalto de
ancho y de allí hasta la valla cubierta de rosales todo era jardín. La ventana
del comedor daba a la cuesta y al camino que conducía al pueblo cuyas tejas se
vislumbraban, al fondo el campanario de la Iglesia resultaba más visible.
Se
tomó el café con un pequeño bollo que había guardado del hospital y se durmió.
El
sol con sus flamantes rayos invadía poco a poco los húmedos prados, en la
lejanía, el rebaño de Pedro alcanzaba la cumbre y todo el pueblo sacudiéndose
la pereza, empezaba sus tareas.
Elsa
dormía, el día había sido duro, su hermana pequeña había parido una preciosa
niña de ojos imprecisos, no sabía decir si azules o negros, no los veía bien.
- Me
ha costado traerla al mundo, pero es preciosa.
- No
Elsa, tú no has traído al mundo ninguna niña, es tu hermana, y esa niña es tu
sobrina. Le dijo su amiga Clara que al entrar en la casa, la había oído hablar
en sueños.
Se
despertó bruscamente, se sentía mal y no sólo porque la recién nacida no fuera
su hija, sino porque de momento, se dio cuenta que la vida le había quitado ese
momento tan hermoso de ser madre y que su hermana, sin preocuparse en absoluto
de los acondicionamientos sociales tan arraigados y fuertes en los pueblos,
había tenido una hija.
Su
hermana la miró fijamente comprendiendo el sentir profundo de Elsa, y toda su
tragedia.
- No
te preocupes, mi hija tendrá dos madres, estoy muy segura. Le dijo con firmeza
y con una gran dulzura.
A
veces nuestras frustraciones, desengaños y traumas pueden ser sino subsanados,
por lo menos superados en parte. Suelen haber personas solidarias a nuestro
alrededor.
Salomé Moltó
Alcoy, Alicante, España
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