El geriátrico
Donde quiera que vayas, ve con todo,
lleva siempre al lado tu corazón.
Confucio
Donde quiera que vayas, ve con todo,
lleva siempre al lado tu corazón.
Confucio
Los
domingos acompañaba a mi amigo a visitar a su abuela, que como el resto de los
ancianos, se encontraba en un lugar llamado geriátrico, pero a mí me resultaba
más parecido a un depósito de viejos, con rasgos de campo de concentración moderno,
o una variante de los zoológicos, que en lugar de chimpancés y leones
enjaulados, aquí el formato era en estado natural y sin rejas, donde los
exhibidos eran seres humanos.
El
dueño del zoo, perdón, del geriátrico, se volvió millonario a raíz de esta
actividad y otras dos también exquisitas: prestamista y reconocido
proxeneta.
Mi
mente lo fue ideando de a poco, moldeando en silencio, domingo a domingo,
conociendo el dato de que los abuelos partían ese lunes en un tour a la fría
Necochea, en plena temporada invernal, entré de madrugada al lugar, entramos
mejor dicho, mi gatito Sasha y yo.
Rocié
todo con nafta incluido el descapotable del tipo, encendí el fósforo que
inició el incendio y escapamos en la oscuridad, tan sigilosamente como
habíamos llegado.
Esa
noche dormí mejor que nunca, como un ángel caído que trae justicia a un mundo
cruel, un anti-sistema de los sin voz. El mundo se redimía con mis actos, con
los actos de un héroe anónimo del cual nunca nadie sabría nada.
Me
levanté y encendí el televisor que informaba de la tragedia, los ojos de Sasha
hablaban al mirarme: treinta y nueve abuelos fallecieron en el incendio.
El
viaje de los abuelos era el lunes, pero no ese sino el siguiente, debido a un
cambio de planes de último momento, entendí en ese instante que el infierno
está tapizado de buenas intenciones. El velatorio movilizó a la ciudad
completa, el dolor era terrible y todos lloraban desconsolados, todos menos el
tipo que sufría en silencio por el fin del negocio y su descapotable derretido.
Socavado
en mi conciencia como el personaje central de Crimen y Castigo, me entregué
confesando todo, me declararon insano y paso los días en este
neuro-psiquiátrico, para el que también mi mente y la de Sasha forjan planes.
Andrés Bohoslavsky
Desde algún lugar del mar