La hora negra de Ducasse
A Juan David López,
Poeta de las hondas sublimidades,
Con quien tejí esta angustia a través del sueño.
Amigo mío, por ser tan soñadores
Es que nos acusan peor que a
criminales.
Acaso nos decantamos hacia una
herida bohemia
Que sangra los días implumes del
mañana,
Acaso se lanza algo abierto
El mundo se inclina, -¡qué
pesar!-
Escupe la moneda vieja, -¡qué
pesar!-
Y continúa a toda prisa su turno
sin fondo.
¡Mundo huérfano!
Presente abismo, sin rostro, sin
certeza.
El lisiado ahora es más tristeza
que hombre.
-¡Esta fruta ya no nos sabe a
nada!
¡Porque
me desvanezco ante tus ojos!...
Y
es que caigo solitario y rendido,
Embriagado,
amor mío, ante el sonido
De
rosas que se tañen en tus ojos.
¡Oh, baja tu mirar a mis despojos!
Y cuéntame si seré redimido
Por ese rico beso enrojecido
Con el terrible ardor de tus arrojos.
Tu
silencio de perfume embriagante,
En
mi hondo delirio, más me hacer perder.
Y
siento que tu embrujo alucinante,
Los días que eran negros los hace arder.
Calcina con tu roce fulminante
Mis ansias, y en ti déjame perecer.
L. E. Torres
Colombia