Nota
personal:
He decidido que este texto me acompañe en la edición
aniversario, por tal motivo reitero su publicación.
A GP, en mi recuerdo
El
gris de sus ojos resplandece. Sus palabras surgen a borbotones. Sonríe. Su
mirada adquiere un color picaresco y vuelve a ser ese niño expectante, mirando
el horizonte desde el andén pegado a las vías. Tiene urgencia porque sabe que
ese recuerdo no debe esfumarse: su abuelo llegando en un carro tirado por dos
caballos, los cinco centavos tintineando antes de deslizarse desde manos
enguantadas, la carrera de los hermanos hasta la heladería del pueblo.
Instantes más tarde su mirada se torna transparente y se pierde en algún rincón
impenetrable. Ya no hay conexión posible.
Generoso
y solidario, decidido e inquieto. Brillante y sagaz, inteligente y ágil.
Perfeccionista e implacable, la gente de su entorno sabía el precio a pagar al
escurrirse algún error. Se postergó cada día priorizando su trabajo, para dar una vida digna a su familia.
Nunca
permitió aflorar sus sentimientos. Jamás una lágrima rodó por sus mejillas
jóvenes. Su alma sensible aprendió a callar. Sólo quienes comprendían la
expresión de sus ojos grises, sabían de su pena o su alegría.
Los
años cayeron encima suyo. El tiempo dibujó severas grietas en su frente ancha.
Las
ropas oscuras contrastan con su palidez. Sus dedos delgados parecen enredarse
entorpeciendo los movimientos de sus manos pulcras. Su corazón gastado por el
amor a una mujer. Su mirada y sus palabras denotan desazón por este mundo,
mientras protesta: no sé adónde vamos a
ir a parar…
Su
piel es un traje demasiado grande y lo tolera en silencio y con pesar, viendo
transcurrir sus días desde una ventana, entre naipes solitarios esparcidos
sobre un mantel raído, naipes tan solitarios y ajados como él mismo.
El
desánimo acompaña sus pasos. Se siente viejo y agobiado, ya no tiene ilusiones
ni sueños, algunos proyectos se concretaron quedando otros muy atrás en el
camino. Su mirada y su mente dejaron de brillar hace tiempo.
Sólo
espera. Sabe que algún día llegará ese momento en que descansará para siempre
de esta vida que tanto esfuerzo y sacrificio le costó andar.
Analía Pascaner
Nació en Buenos Aires. Reside en Catamarca, Argentina