domingo, 20 de noviembre de 2016

Analía Pascaner


Nota personal:
He decidido que este texto me acompañe en la edición aniversario, por tal motivo reitero su publicación.


                A GP, en mi recuerdo


El gris de sus ojos resplandece. Sus palabras surgen a borbotones. Sonríe. Su mirada adquiere un color picaresco y vuelve a ser ese niño expectante, mirando el horizonte desde el andén pegado a las vías. Tiene urgencia porque sabe que ese recuerdo no debe esfumarse: su abuelo llegando en un carro tirado por dos caballos, los cinco centavos tintineando antes de deslizarse desde manos enguantadas, la carrera de los hermanos hasta la heladería del pueblo. Instantes más tarde su mirada se torna transparente y se pierde en algún rincón impenetrable. Ya no hay conexión posible.
Generoso y solidario, decidido e inquieto. Brillante y sagaz, inteligente y ágil. Perfeccionista e implacable, la gente de su entorno sabía el precio a pagar al escurrirse algún error. Se postergó cada día priorizando su trabajo, para dar una vida digna a su familia.
Nunca permitió aflorar sus sentimientos. Jamás una lágrima rodó por sus mejillas jóvenes. Su alma sensible aprendió a callar. Sólo quienes comprendían la expresión de sus ojos grises, sabían de su pena o su alegría.
Los años cayeron encima suyo. El tiempo dibujó severas grietas en su frente ancha.
Las ropas oscuras contrastan con su palidez. Sus dedos delgados parecen enredarse entorpeciendo los movimientos de sus manos pulcras. Su corazón gastado por el amor a una mujer. Su mirada y sus palabras denotan desazón por este mundo, mientras protesta: no sé adónde vamos a ir a parar…
Su piel es un traje demasiado grande y lo tolera en silencio y con pesar, viendo transcurrir sus días desde una ventana, entre naipes solitarios esparcidos sobre un mantel raído, naipes tan solitarios y ajados como él mismo.
El desánimo acompaña sus pasos. Se siente viejo y agobiado, ya no tiene ilusiones ni sueños, algunos proyectos se concretaron quedando otros muy atrás en el camino. Su mirada y su mente dejaron de brillar hace tiempo.
Sólo espera. Sabe que algún día llegará ese momento en que descansará para siempre de esta vida que tanto esfuerzo y sacrificio le costó andar.


Analía Pascaner
Nació en Buenos Aires. Reside en Catamarca, Argentina