Abuelo
Me
gustan por su inocente colorido,
los
manteles y los platos en la mesa cotidiana.
Me
gusta tu noble presencia, abuelo querido,
junto
a la alegre algarabía de tus nietos.
Me
inspiran respeto tus manos temblorosas,
la
mancha de caldo que desluce mi mantel,
tu
sonrisa de disculpa, tu mirada temerosa,
Cierro
los ojos para evocarte en mi memoria
y
esta realidad se hace lejanía,
te
veo nuevamente gallardo y decidido,
trabajo,
amor y nido,
todo
eso, era entonces poesía.
El
sol a sol de tu jornada te alegraba,
el
torrente caliente de tu sangre se imponía,
cuando
el instante del abrazo se acercaba
y el
amor junto a tu pecho sonreía.
Hoy
la nostalgia pone silencios en el alma
y
opaca tu mirada de sueños ya vividos.
¡Es
tan sabia tu palabra cariñosa y calma,
cuando
repites incansable
tus historias más queridas!
Quiero
decirte gracias y no sé,
hacerlo…,
¡cómo!
atino
a ofrecerte reverente mi silencio,
ser
partícula pequeñísima del humo…,
de
un cigarrillo olvidado
que
esfuma tu presencia.
Ada Ortiz Ochoa
Sierra Grande, Río Negro, Argentina