Si la luna se va sin una lágrima
Si la luna se va sin una lágrima
algún cachorro de león se
vestirá de loto.
(Te dirán que la luz es un
enigma)
Cada noche es un labio
transparente,
un ojo acariciante o la duda del
soldado
ante el disparo inminente.
(Se dice que la oscuridad es
subyugante)
Al compás del silencio
bailan los gatos una danza
bárbara
asomados al balcón de los
recuerdos.
Cristales como brasas encendidas
desprendidos de un sol
explosionado
acribillan el cielo del
crepúsculo.
Un rostro impávido se disfraza
de ventana
y la sombra de un grito encharca
el orbe.
Lo mejor de mi vida
Lo mejor de mi vida tal vez se
haya quedado
abandonado en alguna encrucijada
o al otro lado del cristal mojado
tras el que contemplé las marejadas y la noche,
y por qué no decirlo, las inmutables estaciones
que me fueron alejando de otras tardes más cálidas.
Hubo un tiempo de caminos anchos,
de colinas suaves que ocultaban fuentes,
de jóvenes aves y ardillas veloces
y de sal y de pan y de plácidos campos
preñados de fértiles terrones y labradores.
Hubo un tiempo de límpidas aguas,
de frondosos bosques y playas morenas,
de silentes cráteres orlados de espuma.
Pero en la noche del invierno treintaycinco,
todos esos mis ángeles me fueron vomitados en el rostro
y pude comprobar que la senda se había ido estrechando
hasta límites intolerables.
Supe entonces que mis pasos borraban el camino,
que ya no era posible detenerse
ni mirar hacia atrás, que no había regreso,
que legiones de arpías me empujaban riendo
y que un loco empuñaba mis recuerdos.
Entonces, tras la lluvia, se apagó una ventana.
abandonado en alguna encrucijada
o al otro lado del cristal mojado
tras el que contemplé las marejadas y la noche,
y por qué no decirlo, las inmutables estaciones
que me fueron alejando de otras tardes más cálidas.
Hubo un tiempo de caminos anchos,
de colinas suaves que ocultaban fuentes,
de jóvenes aves y ardillas veloces
y de sal y de pan y de plácidos campos
preñados de fértiles terrones y labradores.
Hubo un tiempo de límpidas aguas,
de frondosos bosques y playas morenas,
de silentes cráteres orlados de espuma.
Pero en la noche del invierno treintaycinco,
todos esos mis ángeles me fueron vomitados en el rostro
y pude comprobar que la senda se había ido estrechando
hasta límites intolerables.
Supe entonces que mis pasos borraban el camino,
que ya no era posible detenerse
ni mirar hacia atrás, que no había regreso,
que legiones de arpías me empujaban riendo
y que un loco empuñaba mis recuerdos.
Entonces, tras la lluvia, se apagó una ventana.
Sergio Borao Llop
Poemas de La estrecha senda inexcusable, tomados del blog del autor:
Zaragoza, España
El autor ha publicado El alba sin espejos, por el sello
eBooks Literatúrame! https://literaturame.net/libro/el-alba-sin-espejos
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner