domingo, 25 de septiembre de 2016

Ada Inés Lerner


Durante el Diluvio

Cuando Yahvé despertó durante el Diluvio, Noé le dijo que en el Arca quince hombres han muerto.
-Se escondieron en una cuba de ron, mi Señor.
-Esto es obra del Maligno, de la ofuscación del ron, de las ideas vertiginosas, vertiginosas como los deseos de fugar detrás de una ruleta.
-Mi Señor, renunciaron a la fuga, no ocultaron sus razones, temían naufragar.
-Deben navegar en mis Escrituras y cruzarán esos mares a salvo.


El mandato

Desperté de una pesadilla y descubrí que me han robado el amor; sí, el amor con que construí mi hogar. El domingo en misa de once un feligrés lee:
El hombre oye y está de pie en la puerta de mi jaula y grita: es solo una mujer y es de mi propiedad.
Alcé la cabeza y al no ver el sol mi alma desnuda -desnuda de tantas heridas- se inflamó y ya no quise tener más amores: voy recuperando la libertad de la soledad y la seguridad que me otorgan mis alas: ser inabordable. 
No piensen que me enorgullezco de mi locura: no estoy a salvo del amor…


Ahicito nomás

En mi pueblo, frente a las vías del ferrocarril que no pasa hay cuatro esquinas que forman las calles Zanón, Zacarías, Venancio y Asunta y un árbol que creció rápidamente.
Cuando algún extranjero pregunta, un lugareño dispuesto le responde: son los vecinos que alguna vez plantaron ese árbol. Su copa frondosa, que en el invierno le da abrigo a las aves y en verano, androides, tanos, clones, lunáticos, bolivianos y venusinos, androides, hombres, mujeres, chicos, arturitos, perros y gatos se sientan a descansar bajo su sombra.
Para soportar el peso de tantas ramas y hojas, el árbol posee un tronco muy grueso y una poderosa raíz, que lo aferran a la tierra para que no corra peligro con los meteoritos que caen.
Dicen los que saben que la raíz es tan grande como su copa.
Si usted quiere conocerlo véngase nomás a mi pueblo, acá arriba a la derecha ahicito nomás del lucero.


Ada Inés Lerner
Ituzaingó, Buenos Aires, Argentina

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