sábado, 25 de junio de 2016

Luis Benítez


Si las cosas del mundo vinieran con música de fondo

acaso los asuntos serían tan intensos como en las películas
no lo creemos nosotras susurran las cosas verdaderas
celosas de su árido protagonismo como una tetera
que alguien olvida durante un aburrido desayuno

acaso no habrá una música sutil de tan secreta
que no podemos oírla en estas calles una polifonía
que eleva invisible sobre la ciudad algo escondido
pero que ocupa cada rincón con sordos ritmos

no será el tiempo casi en blanco un pentagrama
y hay una mano que escribe en él sonidos
que traza y emborrona silencios que intercalados
desaparecen al tomar una moneda
al agacharse para atar el cordón de los zapatos

si cada mínimo acto descarga melodías
del tamaño de un microbio
no será la suma de los ruidos
un tema incomprensible
siempre lejos lo oirá esta hormiga
que cruza el retumbante río de la taza

si las cosas no tienen colores
porque es la luz quien se los da
no habrá un registro una tácita combinación
lejana para siempre del oído manando
manando siempre de las cosas

si la lluvia y el viento una puerta que se cierra
son un compás y otro una cuchara que cae
los pasos de alguno por la calle
esa frenada que se escucha lejos
si un acorde el ascensor que baja
qué enorme escenario los mapas
las regiones las montañas
y el corto callejón y la avenida
tanto como el rasgar el queso con la mano
y el tocar el timbre en algún piso

si nada escapa de la única sinfonía
una que se compone a sí misma a cada instante
la voz humana es toda el canto

un color que no se toca
una música invisible
quizá sebastian bach la tuvo
en la punta de la lengua


Una voz que creció omitida en las palabras

lancé mi piedra a lo desconocido
y rompí la ventana del idioma
todo de una vez la herramienta y el sitio
los árboles los olores el seguro de vida se entregarán
en esta respiración única

lo que estamos viviendo ahora es un retroceso
una voz que creció omitida en las palabras
pierde sus pistas de distancia entre los matorrales
hay un golpe en la puerta y se abre la vieja historia
esta ilusión de que todo empieza siempre
es un exilio donde se encuentra una figura olvidada
y para un huésped que no se espera
allí un grano de arena pesa como una bendición

nos encontramos con el disfrute
como con un desconocido que tropieza
con nosotros en la calle y sin pedir disculpas
ni sacudirse la ropa comienza una conversación
caminamos siempre por la patria de lo imprevisto
lo posible es una nueva versión de lo imposible
y la primera vez que alumbró un sol
el cielo estaba lleno de nada


Luis Benítez
Buenos Aires, Argentina

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