* * *
a Rubén Derlis
No hay nada que pedir de
aquello expuesto.
El pasado entre líneas ha
llegado más lejos
que la imaginación.
Formas de lo perdido que se
queda en la red
cuando levanta el sueño.
Leve y temprano siempre en
esas aguas.
El aire de la vida, que
regresa buscando
equivocarse (acaso un poco)
de tanto que se ha visto.
La oscuridad y la luz en la
ventana
siguen tocando un solo a
espaldas del deseo
donde pasa el poema como la
lengua oceánica
materna, junto a lo que lo
trajo y a lo que lo llevó
para dormir y para estar
despierto.
Y todo el porvenir de aquel
pasado es éste
(que a veces elegimos no
saber).
Así como le deja a Dios su
soledad
la viuda del ahorcado en una
vela,
ahora que el pensamiento se
niega
a no hacer nada, me apresuro a
escribir
lo que me dicta la experiencia
borrosa
donde confieso al otro.
Mañana tal vez llueva, y él
mismo borre todo.
Como el tacto gastado en la
moneda
ese saber no sabe que lo que
fue tocado
no se olvida.
* * *
Una vez y otra vez hemos llegado.
Estamos de regreso donde ya no hay regreso.
Y hemos vuelto a partir y a regresar
(como en las fundaciones).
En el próximo encuentro no tendremos
los gestos que nos dimos
ni la misma distancia en la mirada.
Nos reconoceremos antes de que llegue el olvido,
allí donde los remos descansan del viajero
cuando cambia la luz fuera del agua
y el pasado ilumina aquello que el presente
abandona en los techos.
El mundo es más pequeño de lo que era.
Pero tengo confianza
Hemos querido tanto, que todavía el tiempo
en su arrogancia
va a tener que esperarnos.
José Antonio Cedrón
Argentina-México
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