viernes, 4 de abril de 2014

Mónica Cazón

La ciega

Clásico
la soledad encarece la carne agota la sal
las especias, los garbanzos que busca
en los frascos que guardan los secretos
y justo es mediodía
y el caño gotea los ojos gotean
pero es así con la cebolla.
El deseo de ser unos minutos después
para apurar la vida
y largarse desde una colorida colina
le hacen suponer que todo lo que ve
no mira.
Se ha perdido en su sombra,
entonces repta desnuda 
abierta de brazos y de piernas
desgarrada su túnica de sacerdotisa de banda ancha.
Clásico, así de clásico es con la cocina
para colmo
las ollas se marchan hacia otras superficies
y el corazón se rehoga en trozos de juliana.


La muda 

Si te quedas ahí parada podrás apreciar
que no es poca cosa descalzarse
tirar las máscaras y aflojar los elásticos
para descansar a ese animal sometido.
No es poca cosa mudarse, abandonar la cárcel
la mujer de voluntades ajenas
y manos cóncavas.
Juego de villanos esta vida
y el momento exacto de oprimir el interruptor
porque es día viernes, el día del amor
según su almanaque ordenado meticulosamente.
Ahí parada, sostendrás a la hembra
y esa mujer que fue expulsada
de la honorable Liga de Madres de Familia
volverá a ser protagonista,
y sabrás
que a menos que te quedes ahí parada,
la adolescente que comparte tu cama
se marchará en el próximo tren.
Hay una niebla caprichosa, un halo azulgrisáceo,
una voz que no quiere rendirse
y se conserva joven, como siempre.


Del libro Vida rentada. La aguja de Buffon 2010


Mónica Cazón. Tucumán, Argentina


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Su goce fue inmenso, inusitado, como jamás le había sentido hasta entonces: gozaba su inteligencia, su alma y sus sentidos. 
Aurora Cáceres Moreno
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