Poemas conservadores
(¿y qué?)
(¿y qué?)
2) Retrato
Me ha tocado
llegar a la fiesta
cuando ya se apagaban las luces
en algunos rincones del salón
cuando ya levantaban el servicio
de algunas de las mesas más distantes
cuando algunos de los mozos
se comían su sándwich se tomaban su copa
a vista y paciencia
cuando todos todos
– invitados y mozos –
habían aflojado sus corbatas
cuando el más zafado
se atrevía por fin
a tantearle las nalgas
a la veterana que se le ofrecía
ya desde un principio.
Supe de inmediato
que aunque todo aquello
hubiera tenido lo suyo
de jodido
de vil
había tenido también
un esplendor que lo salvaba
de ser una bosta.
Cuando yo llegué
el paté todavía era finísimo
pero estaba ya
a un tris de ponerse rancio
(de la gloria un regusto
pero ya no la gloria).
El whisky era importado y del mejor
pero tenía un dejo
como a pichí de los mil demonios.
Vivo sabiendo bien
que nuestras más consecuentes virtudes cívicas
no habrán de llevarnos ni en mis años carnales
ni en los de mis hijos
y nietos
a la orilla entrevista
al cielo casi tocado
con la puntita de los dedos
– otros cofrades dirán:
al cielo que casi casi ya
caía cuando lo casi
tomábamos por asalto –
al paraíso humano
ya casi por construir
(diga que tengo el consuelo
de que del otro Paraíso
no me privan
ni mis más contumaces pecados,
tan grande tu victoria,
dulce Jesús).
Y por eso me ha quedado
– en estas mis andanzas
político sociales
del más acá –
de por vida este aire
como de estar bailando con la más fea
sin encontrar qué tocarle
pero buscándoselo aún
por la inercia inútil de una vieja avidez
y con una tristísima parodia de elegancia
de giro en giro más compadecible.
Me ha tocado
llegar a la fiesta
cuando ya se apagaban las luces
en algunos rincones del salón
cuando ya levantaban el servicio
de algunas de las mesas más distantes
cuando algunos de los mozos
se comían su sándwich se tomaban su copa
a vista y paciencia
cuando todos todos
– invitados y mozos –
habían aflojado sus corbatas
cuando el más zafado
se atrevía por fin
a tantearle las nalgas
a la veterana que se le ofrecía
ya desde un principio.
Supe de inmediato
que aunque todo aquello
hubiera tenido lo suyo
de jodido
de vil
había tenido también
un esplendor que lo salvaba
de ser una bosta.
Cuando yo llegué
el paté todavía era finísimo
pero estaba ya
a un tris de ponerse rancio
(de la gloria un regusto
pero ya no la gloria).
El whisky era importado y del mejor
pero tenía un dejo
como a pichí de los mil demonios.
Vivo sabiendo bien
que nuestras más consecuentes virtudes cívicas
no habrán de llevarnos ni en mis años carnales
ni en los de mis hijos
y nietos
a la orilla entrevista
al cielo casi tocado
con la puntita de los dedos
– otros cofrades dirán:
al cielo que casi casi ya
caía cuando lo casi
tomábamos por asalto –
al paraíso humano
ya casi por construir
(diga que tengo el consuelo
de que del otro Paraíso
no me privan
ni mis más contumaces pecados,
tan grande tu victoria,
dulce Jesús).
Y por eso me ha quedado
– en estas mis andanzas
político sociales
del más acá –
de por vida este aire
como de estar bailando con la más fea
sin encontrar qué tocarle
pero buscándoselo aún
por la inercia inútil de una vieja avidez
y con una tristísima parodia de elegancia
de giro en giro más compadecible.
5) Hogaño
En las ramas de hogaño
cantan aún a veces
fantasmáticos pájaros de antaño
(de esos que cuando niño
tuve yo el gusto de
y eran los ultimísimos de su especie).
Cantan
gloriosos tristes bellos dolorosos.
¡Yo vivo al son de pájaros ausentes
y el mundo no me sigue la tonada!
Juan de Marsilio. Montevideo, Uruguay
---
Si no sabes dónde vas, acabarás en otra parte.
Laurence J. Peter
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Analía Pascaner