miércoles, 23 de enero de 2013

Martha Valiente


-Nació en Uruguay. Reside en Buenos Aires, Argentina-

Virginidad

Carmencita, la vecina de al lado, tomó la comunión hoy. Ha venido a visitarnos con su vestido blanco que parece un traje de novia.
- ¿Por qué se vistió así la nena, mamá?
La vecinita de al lado lleva en las manos un libro de tapas de nácar, con incrustaciones de piedras. Me regala unas estampitas con imágenes bellas, de seres con círculos resplandecientes alrededor de sus cabezas, dibujadas sobre cartulina de bordes filigranados en oro. Las estampas caen de las manos de Carmencita como joyas, como pequeños milagros. Extasiada frente a ellas, no puedo dejar de contemplarlas, boquiabierta.
Carmen ostenta hoy un brillo diferente en los ojos y tiene las mejillas inflamadas por los pellizcones cariñosos de todas las vecinas.
¡Qué falda tan amplia, tan acampanada! Parece una princesita de cuento cuando camina, rozando la vereda con el ruedo de su vestido. Al cruzar la calle, puedo espiar sus zapatitos también blancos y la media de puntilla. ¡Cuánto encaje, cuánta seda que susurra y alza los vellos de mis brazos cuando intento rozar aquella suntuosidad!
La vecinita de al lado exhibe su vestido de raso cerrado hasta la garganta con botones de perlitas y debajo del cuello, una medalla de oro grabada con su nombre y la fecha del día. 
El año pasado, y el anterior, otras nenas vinieron de visita, acaso más bellas, más esplendorosas que Carmencita. El cajón de mi mesa de luz se ha ido llenando de imágenes de hombres con caras sonrosadas y maravillosas y largos cabellos circundados de luz. 
- Son santos, m'hijita. 
Quiénes son estos santos que acompañan a mis vecinitas? Y por qué los extraen de sus libros de nácar y me los dejan sobre las palmas de las manos con un temblor sobrenatural? 
Carmencita, hoy, es como un pájaro iluminado. 
- Mamá, yo también quiero casarme con un santo.


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No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo.
León Tolstoi


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