martes, 24 de marzo de 2009

Sergio Borao Llop

-Zaragoza (España)-

La raíz de tu tristeza


No sé de qué raíz envenenada
ha crecido en tu pecho la tristeza.

¿Cómo fue que germinó esa mala hierba?
¿Qué ponzoñosos elixires la nutrieron?

Dicen que se cruzó en tus calles la desdicha,
que envenenó tu sangre una ráfaga de olvido,
que ojos como serpientes estrangularon la cordura
dejando apenas una sombra en tus zapatos.

Que alguien ejecutó de golpe tu sonrisa.

¿Qué oscuros resplandores te cegaron?
¿Qué huestes de la sombra te prendieron?

Sabemos que hubo noches que te vieron
danzar bajo la luna sin disfraces
ni oropeles ni alhajas ni armaduras,
mas hoy la luna se ocultó en un rincón del universo
y tus voces nocturnas se pierden en el eco
con un deje de otoños prematuros.

Por arduos laberintos vas buscando la muerte
mas no hay un solo manantial que te emborrache.
Tan sólo ese veneno que arraigó entre tus venas
apagando tu risa, decorando de arrugas
tu rostro y tus silencios, enterrando
de golpe entre las flores tu palabra.


Si algún día recobro la cordura

Si algún día recobro la cordura
viviré como todos, reiré sin mesura,
quemaré con esmero los poemas
que en olvidadas tardes como ésta
compuse con la fiebre del que explora
vírgenes territorios inviolados.

Si algún día recobro la cordura
sonreiré al limpiar la sangre del cuchillo
con el que degollé la fe de un inocente;
saludaré con efusión a los sicarios
del señor de la sombra, y a sus perros
ofreceré los huesos de mis víctimas.

Si algún día recobro la cordura
vestiré los disfraces que las horas
fueron almacenando en el armario
donde mora el hedor de mis cadáveres,
donde la única certeza es el olvido.

Intercambiaré las máscaras de fiesta,
maquillaré las cuencas de mis ojos,
revestiré mis dedos con anillos
y en el podrido espejo de mi rostro
pondré una flor que disimule las ausencias.

Si algún día recobro la cordura
me olvidaré de ti, de aquellos meses
que alimentaron mi esperanza, de aquel día
que me abracé a tu cuerpo, de aquel otro
en que las playas de Donosti nos miraron
pasear unidos al amparo de la luna;
me olvidaré si es que recobro la cordura
de las semanas de felicidad y de la noche,
de la maldita noche,
que una sola palabra me abismó en las tinieblas.


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Habrá ojos que han llorado
pero no como los míos.
Porque mis ojos nacieron
para dar agua a los ríos.
Arturo Franco, Folklore de Catamarca

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2 comentarios:

  1. Gusto de leerte Sergio en esta excelente revista de Analía.
    Un abrazo Gus.

    ResponderEliminar
  2. Mi querido Gustavo: además de buen poeta y buena persona, sos generoso con tus palabras.
    Muchas gracias, vos sabés cuánto valoro tu trabajo.
    Un abrazo
    Analía

    ResponderEliminar

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