con austeros
pétalos blancos,
algunas flores virtuosas
callan el secreto oculto
bajo la falda del sauce.
El discreto cauce del agua
se lleva el misterio
hacia el mar.
* * *
No logro perderme.
Los caminos se cierran
en sí mismos
Y la curvatura
amuralla al jardín.
Agito y abrillanto
corolas,
mi corporeidad se inflama
de ansias.
He tocado la piedra que otorga,
en forma inconstante,
el placer y la condena de la piel.
* * *
Con altivez y goce las flores
se atrincheraron
en el arriate central.
Reducido a una mínima expresión de deseo,
el jardín flotante parecía sufrir
los embates del ensimismamiento.
Desde este punto
los cambios se encaminaban hacia el avance
y la construcción.
No apareció, en mis manos, el reflejo de mi rostro,
todavía.
Comenzaba mi perpetuación en el jardín,
con inconmensurables bienes desplegados.
Mis mandíbulas se aflojaron en una sonrisa cuando
un viento húmedo hizo, al jardín, ascender.
* * *
Saturado de serpientes
que siempre me han obedecido,
el vigía cae.
Vacío de brillos queda
el arcón.
Ninguna huella de la dirección que
señaló mi índice.
* * *
La boca se vuelve vertiente
bajo los ojos resucitados
al ritmo
del vaivén de las margaritas.
Perenne,
el recuerdo del jardín
regresa con efluvios
de verdor creciente,
a mis narices.
* * *
En saber
se cifra
la multiplicidad de los
sentidos.
Saber, ¿qué puede ser?
Poemas pertenecientes al libro del autor: Espejo jardín, 2010
Marcelo Valenti
Rosario, Santa Fe, Argentina
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