jueves, 4 de septiembre de 2025

Jeremías Vergara

El ritual 

Sus miradas fijas en el desaseado piso, 
otros miran el techo y su fondo ahogado de infinitos, 
en rincones se refugian abrasados a ellos mismos. 

Su conducta no es más que pequeñas oscilaciones, 
de adelante hacia atrás.
Sus ojos no están aquí con nosotros, 
ellos no están aquí, están en otro lado.

Otros miran en dirección a las ventanas 
pero no ven más allá 
se sorprenden de aquel que vive en el reflejo del cristal 
que los siega de preocupación, 
que los amenaza siendo ellos mismos, 
aprisionándolos con aquellas horribles palabras 
que recita en sus oídos, 
aquel que no existe a los ojos celestiales, 
aquel que ellos dicen que no existe en verdad 
pero saben que no deja aun así de atormentarlos. 

Otros tienen varios nombres, 
si los llamas, se manifiestan en uno solo, 
escupiendo su malicia en este podrido suelo de humedad. 

Aquí es difícil distinguir la realidad, 
es difícil sostener a sus miradas profundas 
descifrar lo que vive dentro de sus ahogadas pupilas, 
ya que ellos son únicos, no cabe lugar para nadie más. 

Cada uno es diferente, 
sus mundos son su guarida, 
sus mundos son únicos, escapan de esta cruel realidad. 

Aquí las plegarias no van a ningún sitio, 
solo el agua fría, 
el fino pasto de paja, solo ellos para acompañar, 
no sirven para calmar a aquellas espaldas adoloridas, 
aquellas mentes idas, 
no, solo para causar más dolor. 

La fe camina aquí en largas túnicas, 
vienen a recuperar sus almas, 
ellos dicen que aquí supura la maldad, 
a la que no pueden escapar, 
insisten con que es un castigo divino, 
o un castigo del mal. 
Las paredes de concreto silencian los alaridos, 
silencian la locura, 
silencian la plegaria, el ritual. 

Comienzan la curación, 
el código romano y su lección, 
ellos hacen que se vuelva siniestro todo más aún, 
sus palabras santas producen el enojo. 

En los pasillos, en las escaleras y techos, 
sus nombres quedan impregnados, 
los gritos hacen que el lugar raje sus oídos, 
sus paredes. 

Estruendosas palabras golpean la piel desgarrándola, 
el agua de sus botellas quema, 
la noche recién comienza, 
nada ahora es igual que en el día, 
movimientos brucos por sí solos de las cosas 
las palabras son confusas, 
se manifiesta el arte de las lenguas
el baile de las sombras, 
caminan de pasillo en pasillo, se retuercen, 
se quiebran, la oscuridad está sola 
mundos diferentes se conectan, 
sumergen a todos y a todas entre las tinieblas 
el terror se apodera de los de negro. 

Como lo dicta el código el plan fracasa, 
como ellos quisieran las cosas no suceden. 
Ahora oscilan de adelante hacia atrás, 
murmuran y sus ojos vagan. 

En la mañana renaciente, 
el sol ilumina sus caras, 
sus sucios cabellos, y harapos, 
solo son más, más del montón, 
igual que otros que vivimos aquí, 
aquí donde lo he presenciado todo 
aquí donde lo veo todo, 
ellos son iguales a… 

¡Basta ya! 

Deja de hablar, 
deja mi oído ya, 
¡¡¡Deja de llamarmeeee!!! 

Ahora ellos son como nosotros. 


Del libro del autor: Tierra silenciosa 
Jeremías Vergara 
San Martín de los Andes, Neuquén, Argentina


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Cuanto más lo crees, más real se vuelve para ti. Por eso es tan importante creer en cosas positivas, en lugar de cosas negativas. 
Anita Moorjani

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