Es tan solo el otoño que amanece
con pasos de penumbra sin malicia
y ya lo sabe el árbol.
Los días se acortan de sus luces,
mientras la noche enfría oscuridades
y las estrellas lagrimean escarcha
sobre la tierra desnuda bajo el cielo.
Se respira un aire dulce de color a leña,
presagio de cocinas encendidas,
de roperos abiertos buscando abrigos
y a paraguas dejados en la entrada
de las casas que ya cerraron puertas.
El parque dormirá bajo la nieve
un sueño de blancura sin pisadas.
Y al calor de un rayo despistado
de un sol que a duras penas se descubre
los viejos calentarán sus años,
sentados en el banco de la memoria.
Trae el otoño un golpe de amarillos
y un baile de campanas disonantes
que desnuda las hojas de los álamos
en el paseo que perfila el río.
Solamente se despereza un pequeño latido
tímidamente otoñal y ya lo sabe el aire,
que abanica la calidez de los atardeceres
en esa luz que se acorta lentamente.
Y el amor se abrigará entre las sábanas,
olorosas de besos y membrillos.
El círculo
Esa calle de curso sin sentido
y en su negrura ajena,
hoy respira el olor de tantas noches
a los sudores que desprende el frío.
Mientras se mece vacilante una farola
en el círculo del redondo
diámetro de su luz.
Un eco se repite
monótono y opaco,
como una voz cansada de golpear
en la misma pared una y otra vez.
Conozco esos acentos que me llegan
y hoy rebotan inertes hasta el fondo
donde enterré ya todos los sonidos
que no pudieron llegar a ser.
Y en el centro de todo lo que oculto,
amordazo recuerdos que me hieren
y ya no queda nada.
Ni siquiera el vacío
que apareció después de tanto llanto.
Y regreso a la noche,
menos sombría que mi propia oscuridad
y busco no perderme
para poder volver al círculo de luz
de una farola.
Tempestad
Soy como la tormenta
que corona el tiempo
sobre una nube llena de invisibles espacios,
con un centro en el fondo muy oscuro
y ciego de relámpagos.
O soy, tal vez, en la noche una lágrima
enmarcada de gris por los luceros,
junto a una sombra que refleja el eco
de una pasión perdida.
Y ya no sé por qué despierto hoy
con este llanto guardado en mis entrañas.
Las tormentas son aves pasajeras
que nunca hicieron nido
y siguieron su busca en las alturas
de esa teja partida
donde dejar el agua
de su vagar errante.
Por eso es que la lluvia
me grita lo que olvido.
Me dice que recuerde tantos nidos sin plumas,
tantas casas sin techos,
tantas mesas sin tener ni un mantel
para enjugar la queja
de los platos vacíos.
Mis brazos se extienden
y quisieran ser como gotas
del agua que fecunda los desiertos
y cruzando los dedos
bajo esta tormenta redentora,
suplicar un perdón.
Poemas del libro de la autora: Yo soy de tierra, presentado el pasado 16 de abril en el Centro Cultural Español de Costa Rica. Editorial Letra Maya 2023
María José Calatayud Ponce de León
Costa Rica
Tu poesía descubre una sensibilidad fina .Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias por tus conceptos, Mimí.
EliminarMuchos cariños
SENTIDOS POEMAS, AMIGA PONCE DE LEON
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura, Roberto.
EliminarMi abrazo
"Tempestad" me pareció un poema muy logrado. Gracias! Alfredo Lemon desde Córdoba, Argentina
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura y tus conceptos, Alfredo.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos