Bueno, lo admito, cometí muchos
y ahora se abren
paso a empujones para
situarse frente a mí
y escupirme.
Pecados estúpidos, inútiles, innecesarios.
A veces creo que sólo mi
inmolación
podría apaciguarlos, a veces no.
Quiero dormir
pero insisten y
entonces
aprieto en mi puño heladas cenizas.
Que estas palabras labren el perdón.
* * *
Dejo
mis tibios besos oscuros
en el curso de agua
que lento y transparente
se los lleva
como si fueran perversos irupés
enmascarados de belleza
e inocencia, flores dispuestas
a estallar y disentir.
Los pájaros miran
y callan.
Me hundo en el bosque.
* * *
Aunque tengo miedo,
me aplico a las cerraduras
en un ámbito
escasamente iluminado
y en las sombras a mi espalda
se embosca el fantasma,
ese
fantasma que es mi deseo,
nunca desplegado en plenitud.
Y me estremece
con su garra helada,
las uñas hundidas en el cuenco
de mi descontento.
* * *
Todavía no cayeron todos los que vinieron
a darme el pésame tentados de risa.
Soy paciente.
* * *
Echan raíces en el estómago
los azules árboles del odio que te tengo.
Azules
como helados amuletos
de aguamarina y diamante,
que de mi camino te espantan
(¿En un juego teatral?).
Yo por un camino, vos por otro
distinto, tal vez paralelo.
Sumiéndonos
en un feliz desencuentro.
* * *
Fue al cruzar el boulevard
que me sobresaltó la sombra
cual ave rapaz
lista para el arrebato.
Pero, era otra cosa,
con posibilidades
de ser menos o más peligrosa,
¿neutralizada por lo cotidiano?
Andrea Fregoli
Rosario, Santa Fe, Argentina
Anfrea Fregoli, me han gustado tus poemas.
ResponderEliminarFelicitaciones!
Cariños.
Beatriz Caserta
Querida Beatriz:
EliminarMuchas gracias por tu lectura.
Muchos cariños