A mis hijos
Llora corazón por soles dividido,
de ternura rebosante.
Tres golondrinas vuelan de ti
hacia nortes distantes
mientras dos de ellas,
intangibles,
se acurrucan en mi regazo.
Seré cadena de eslabones
encendidos de rocío,
plena de amor y esperanzas.
Alma mía,
cruza en mi anhelo la distancia.
Rueda, rueda, luna estrellada,
forma una sutil, nostálgica alianza,
vela mis cielos lejanos,
asiste a este corazón dolido.
El mar invade mi rostro
frente a vitrales de exilio.
Tus ojos, tu mirar
No necesito tus versos
para saber que me amas,
ni siquiera tus palabras, o tus besos,
me basta con tu mirada.
Esa forma de mirarme
dulce, tierna,
despojada de maldades y de sombras,
que me va inundando el alma.
Esos ojos que hoy se turban
o que saltan entre risas
me acarician en silencio,
me acarician y me aman.
Esos ojos que hoy tan tristes
evitaban el mirarme
mientras fruncías los labios
como mordiendo las lágrimas
pensando en la despedida.
Sé que esos ojos
que hoy me esquivan,
cuando vuelvan a mirarme,
van a llenarme de vida.
Oración
Acúname en tu vientre, madre, quiero sentir tu calor.
Ocúltame en tu pecho, madre, abre mi cielo a tu sol.
Recuérdame como niño, madre, sonríeme con amor.
Deja fluir la vida, hijo, así no sientes dolor.
Abrázame con ternura, madre, aleja de mí el dolor.
Lava mis manos con tu llanto, madre, vuélveles el resplandor.
Bésame con dulzura, madre, y repite tu canción.
Deja fluir la vida, hijo, para curar el temor.
Consuélame en la noche, madre, y mitigarás mi dolor.
Confórtame con tu canto, madre, retira el miedo de mi corazón.
Rescátame de la tierra, madre, es dura mi condición.
Deja fluir la vida, hijo, para sentir su calor.
Acaricia mis mejillas, madre, suaviza en mí la aflicción.
Ayúdame a enfrentar la vida, madre, dame un poco de tu sol.
Acompáñame, madre, no me dejes caer en las sombras del dolor.
Deja fluir la vida, hijo, y no olvides este amor.
Beirut, la eterna
¡Oh, Beyrouth! que otrora fuiste hermosa
hoy te muestras destrozada.
La guerra que sucede a la guerra
te acorrala,
los hombres que destruyen más que bombas
contigo se ensañaron.
Hoy muestras abiertas tus heridas,
ventanas que el fuego ennegreciera,
techos caídos, balcones destruidos
que cual bocas abiertas se devoran
todo el dolor y el llanto de tus hijos.
¡Oh, Beyrouth! que fuiste “la perla del oriente”
cual obstinada parra al suelo aferrada
insistes en vivir y
sobre escombros siembras esperanzas
y tiendes ropa limpia de barro y
sangre de tus hombres
entre las piedras destruidas de tus casas
mientras tus hijas acarician al obrero en la mañana,
mecen al retoño… y siembran esperanzas.
¡Oh, Beyruoth!
Otra vez la vida surgirá de tus entrañas.
María Cristina Berçaitz
Valencia, España. Poeta nacida en Buenos Aires, Argentina
Felicitaciones a "con voz propia" por publicar a tan buenas escritoras, como es Maria Cristina Bercaitz.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura y tus palabras, Martha.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos