Caracolas, estrellas,
entre nuestros pies,
los peces se arremolinan.
Los árboles derramándose sobre nosotros en las orillas.
Unos niños cogiendo uvas para venderlas.
Las meten en cubos de plástico sucios y rotos
como ellos,
Se bañan vestidos a nuestro alrededor y nos hablan en inglés.
Creen que somos americanos ricos,
pero solo somos voluntarios
trabajando para una ONG
en sus ratos de ocio.
“Tengo un niño de la calle atravesado”
me dijo un cooperante
que dejó su hacienda en otro país y se marchó a Haití,
para soñar con ollas gigantes de comidas,
cocidas en la lumbre sobre la abandonada tierra,
para alimentar a los hambrientos.
Voluntarios para buscar una humanidad,
una vida sin prisa
donde primordiales son las personas.
Pero no en el primer mundo
donde otras cosas son primeras.
* * *
Todos los días las noticias hablaban de las protestas
en Puerto Príncipe.
Las muertes, los disparos.
Un día no nos llegaba el arroz de la comida.
No quieren ser pobres.
Merecen dignidad.
Quieren comer, tener un techo.
Pagar la educación de sus hijos
con su esfuerzo.
No pueden.
Solo unas cuantas familias ricas
lo quieren todo y lo tienen.
* * *
Flores de Kiskeya.
La ONG de las mujeres haitianas.
Allí tienen su refugio ellas.
En su particular oasis en la nada.
Con veintitrés años y tres niños.
O veintiséis y cinco hijos.
Porque las violaron.
Las vendieron.
Las dejaron solas para ir a trabajar.
Las dejaron solas para seguir muriendo.
Vimos como un joven amenazaba a una niña
con un cuchillo en el cuello delante de nosotros.
Con espectadores que jaleaban.
En Flores de Kiskeya
nadie les pone una navaja en la garganta.
Pero aprenden el cuidado de sus hijos.
A coser, a bailar, boxeo para defenderse.
A pintar como niñas que no han podido ser.
Sus hijas tendrán su plato de comida.
Sus amigas, sus niños limpios.
Flores de Kiskeya es lo mejor de sus vidas,
van cantando y agradeciendo
a todos los que no olvidan:
Amena, Romi, Ti papá, Eli, Marta, Wilsino, Edhart, Carmen, Daniela, Papo, Álvaro, Chela, Laura, Garci, Víctor, a mí,
a todos los que no olvidamos.
Poemas pertenecientes al libro de la autora: Entre Dominica y Haití
Áurea López Quiles
Alicante, España
Es una escritura que duele pero la herida la ha abierto la indiferencia de algunos humanos
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura, Cleide.
EliminarMi abrazo