lunes, 20 de febrero de 2023

Anabel Vera Suárez

VIII 

Un suspiro se desboca sobre tu cuerpo, tu cuerpo amado 
Como un escuadrón de venas se advierte frente a mis ojos, 
Mis ojos desaforados, 
Que buscan hacerlo un abrazo. 


IX 

Había en el pueblo un bullicio en las mañanas de lunes con olores a pan y tortillas, café en las esquinas y luces de guaguas donde íbamos a buscar más colores para las tiendas. 
Había en el pueblo muchas farolas, pinturas en las salas, naranjas y chocolates baratos. 
Muchas carretas de Cañas, mulos cargados de café, figuritas de colores en los cumpleaños, galletas frías en las latas cansadas de esperar la tibia mano pequeñita. 
Había en el pueblo una escuela con muchos alumnos, solo dos maestros y papel. 
Había en el pueblo una conga, una carroza, la cigüeña prieta, un tren enorme, conductores hermosos vestidos de azul. 
Había en el pueblo un hombre que tocaba jazz y otro escritor y otro ingeniero y otro doctor. 
Había en el pueblo una muchacha y se perdió. 



Un pequeño abrazo podría 
Salvarnos de caer, no en otro día igual al que vivimos tantas veces. 
Un día de saltos y suspiros de miedo, un día de no saber dónde vamos a llegar. 


XI 

Por las noches mientras se van de fiesta las arrugas 
Vuela en la cama de un cuarto frío, la amante que dejó de perseguir los hombres. 
Se duerme dando zarpazos 
Y los ojos que pudieron verla 
Se perdieron la sensual locura de su cuerpo. 


XII 

Disfruta mientras llega el tiempo, no te olvides de los cambios, 
Ve tras ellos y vuelve a tu familia aunque la piedra 
Enorme que tu espalda lleva 
Haga de tus pies el paso duro. 


XIII 

La Ceiba del parque está florecida. Ahora la ven los limpia-flores, amontonan su olor en pilas que vuelven a deshacer los pasos ciegos. 
Tiene santos rotos en el tronco, ropa vieja, milagros y quejas. 
Tiene la sonrisa de alguien cada mañana que sabe de su aroma. 
Es un poco alta, tal vez por eso casi nadie distingue, cuando se despide de todas sus hojas, el ausente reclamo de la lluvia, el terco desvelo de mantenerse sola, regalar su sedosa y blanca lana 
Nadie sabe, es como si cuidara el pueblo para que la epidemia y el hambre no lo tocaran. 


Poemas inéditos, pertenecientes a un libro que se editará en breve 
Anabel Vera Suárez 

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